lunes, 24 de mayo de 2010

Johnny Appleseed, el hombre que llenó Ohio de manzanos

La imagen más popular de Johnny Appleseed es la de él yendo de aquí para allá por la frontera esparciendo semillas de manzano de forma aleatoria. Aunque esta imagen no se ajusta del todo a la realidad, es cierto que suyo fue el mérito de introducir durante el siglo XIX la manzana en muchas partes de Ohio, Indiana e Illinois. En su tiempo, se convirtió en un personaje popular y querido, además de por su generosidad por su modo de vida, más propio de un vagabundo que de un hombre de negocios.

Así imaginó alguien a Johnny Appleseed

Johnny Appleseed vino al mundo como John Chapman el 26 de setiembre de 1774, en Leominster, Massachusetts. Era el segundo hijo de Nathaniel Chapman y Elizabeth Simonds. Dos años después, en junio de 1776, Elizabeth dio a luz a su tercer hijo, pero un mes más tarde tanto ella, que ya estaba enferma, como el bebé murieron. Su padre estaba con las tropas de George Washington en Nueva York, así que unos familiares se hicieron cargo de Johnny y de su hermana, Elizabeth, hasta 1780, cuando su padre fue liberado de sus obligaciones militares y pudo regresar a casa.

Nathaniel, viudo, volvió a casarse, esta vez con Lucy Cooley, con la que tendría diez hijos más. La tradición cuenta que Nathaniel había perdido dos buenas granjas durante la Guerra de la Independencia. Sin embargo, no se tiene constancia de ello, por lo que lo más probable que es fuera un granjero más bien modesto. En cualquier caso, parece que el maestro de Johnny no fue él, sino un tal Mr. Crawford, que tenía manzanales, y del que Johnny fue aprendiz. Poco más se conoce de su infancia.

Parece ser que en 1792, con 18 años de edad, Johnny convenció a su hermanastro Nathaniel y a su hermana Emily para que le acompañaran en su viaje hacia el Oeste. Se sabe poco de estos años, Johnny trabajó en algunos viveros, pero parece que fueron años duros en los que Johnny y sus hermanos llevaron una vida errante la mayor parte del tiempo. En noviembre de 1797, pasó el invierno en Pensilvania. Al año siguiente, plantó el primero de sus viveros del que se tiene constancia escrita, comenzando así su negocio.

Su plan de negocios era sencillo, pero ingenioso. Johnny intentaba predecir donde se iban a asentar los pioneros, unos años antes de que llegaran. Entonces buscaba una buena parcela, plantaba sus semillas en ella y esperaba a que los colonos llegaran. Para cuando lo hacían, él ya tenía manzanos de dos o tres años de edad listos para vender, a 6 centavos la pieza.

Esta estrategia se convirtió en toda una rutina. En otoño, regresaba a Pensilvania a provisionarse de semillas y, en primavera, buscaba los lugares más adecuados para plantar sus viveros. Una vez plantados, los vallaba para protegerlos del ganado y marchaba. El verano lo dedicaba a reparar las cercas y a encontrar a algún lugareño para que atendiera los árboles. Una vez encontrado, Johnny ya podía continuar y comenzar el proceso en algún otro lugar.

Hacerse con la materia prima, las semillas, no era un problema. Johnny las obtenía gratis de las múltiples sidrerías que en aquellos tiempos abundaban por todos los pueblos fronterizos. De esta manera, las sidrerías se aseguraban una producción mayor de manzanas y así más negocio. En la frontera, la sidra y el brandy de manzana eran bebidas tan populares que la mayor parte de la cosecha de manzanas se dedicaba a la producción de estas bebidas y no al consumo directo.

Manzano con sus frutos

Johnny pedía a sus “empleados” que vendieran los manzanos a crédito, pero habitualmente también aceptaban comida o ropa a cambio, que después repartía entre los más necesitados. En los casos en que los vendía a crédito, tampoco presionaba para que los compradores cumplieran con los pagos.

En muchas ocasiones, se ha criticado el método empleado por Johnny Appleseed para “producir” sus manzanos. Si bien, el procedimiento más habitual y productivo para plantar un manzano es el del injerto, Appleseed veía esta técnica como una manera “artificial de mejorar los manzanos. Él, sin embargo, prefería el método que consideraba más natural: seleccionar buenas semillas, escoger una buena parcela y plantarlas, dejando en manos de Dios la posibilidad de mejorar las manzanas. Además, el método “Appleseed” también tenía otras ventajas prácticas: transportar esquejes desde la Costa Este hubiera supuesto una complicación mucho mayor que transportar sólo semillas. En cualquier caso, gracias a Johnny se puede decir que casi no había ninguna granja en Ohio que no tuviera su propio manzanal.

Johnny Appleseed no fue el primero en plantar viveros, pero su idea de vagar por la frontera anticipándose a la llegada de los colonos fue lo que lo hizo único. Aunque fuera a costa de tener que renunciar a tener un hogar fijo y pasar la mayoría de su vida viajando solo. Lo más cerca que estuvo de tener uno fue durante la década de 1820, cuando pasó un tiempo viviendo con su hermanastra y su familia. Cuando le preguntaban por qué no se casaba, respondía que no se casaría en este mundo, pero tendría una esposa pura en el otro. Aunque esta no es la única explicación, sino que existen varias historias contradictorias sobre Johnny y las mujeres.

Unos dicen que en realidad su viaje hacia al sur fue una huida de una antigua novia de Massachusetts. Otros cuentan que llegó a un acuerdo con una familia de colonos para que criaran a su hija de 10 años para que fuera su esposa. La relación, sin embargo, acabó cuando Johnny pilló a la chica flirteando con un chico de su edad. Por último, también se cuenta que hizo proposiciones de matrimonio a una señorita de Perrysville, sin embargo, su proposición llegó tarde, justamente un día después de que la chica hubiera aceptado otra.

Johnny era una persona generosa con aquellos que lo necesitaban y siempre estaba dispuesto a echarles una mano. Por lo que en seguida se convirtió en un personaje conocido y estimado en la región. Existen testimonios de colonos que le dieron cobijo en sus cabañas a cambio de sus semillas. Poco a poco, leyenda y realidad comenzaron a mezclarse y Johnny se fue convirtiendo en toda una celebridad.

Era de media altura, delgado y con las extremidades muy largas. A causa de este aspecto, algunos han especulado con la posibilidad que sufriera el Síndrome de Marfan, aunque por la larga vida que tuvo parece poco probable. Su pelo era negro y le llegaba hasta los hombros, y sus ojos azules y brillantes. Solía vestir con un saco de café con agujeros para los brazos y las piernas. La ropa mejor siempre la daba a alguien que la necesitara más que él. Solía ir descalzo y llevaba un cazo como sombrero, que también le servía para cocinar –aunque parece que esto último es sólo parte de su leyenda–.

Johnny Appleseed. Harper’s New Monthly Magazine (1871)

Este peculiar atuendo le confería una apariencia más propia de un loco que de un gran emprendedor. Sin embargo, nadie lo describe como repulsivo y son muchos los testimonios que consideraron todo un honor haberlo tenido como invitado. Su estilo de vida era muy sencillo y totalmente contrario al modo de vida habitual en la frontera. Un hombre vegetariano que huía de ciudades y asentamientos.

La mayoría de colonos veía la naturaleza como algo que tenía que ser domesticado, sin embargo, para Appleseed el objetivo era alcanzar un estado de harmonía con ella. Iba descalzo, prescindiendo de esa capa protectora y aislante que simbolizaban los zapatos. Creía que era cruel montar un caballo, talar un árbol o matar una serpiente. Los colonos consideraban estas actitudes como ridículas, incluso extravagantes, pero, en el fondo, divertidas.

Johnny, además, era amigo de los indios, con los que compartía sus plantas medicinales. Estos, en agradecimiento, le trataban de manera amable y le ayudaban en su camino. Johnny culpaba de la mayor parte de la violencia que existía en la frontera al maltrato que daban los colonos a los indios.

Cuando estaba con una familia, solía darles sermones sobre pasajes de la Biblia a los que añadía sus propias ideas inspiradas por los escritos del teólogo sueco Emanuel Swedenborg. Swedenborg, además de teólogo, fue un prolífico científico e inventor que gozaba de un gran prestigio. Su vida experimentó una transición de lo científico hacia lo místico después de una serie de revelaciones en las que Jesucristo se presentó en su casa de Londres y le encomendó la misión de reconducir la religión y la interpretación de las escrituras cristianas.

Basándose en los escritos de Swedenborg, surgió el movimiento de la “Nueva Iglesia” , del que Johnny era seguidor. Las ideas de Swedenborg no eran sencillas, pero Johnny no tenía ninguna dificultad en comprenderlas . Gracias en parte a sus esfuerzos como sembrador de la palabra de Dios, aparecieron en Ohio varias comunidades seguidoras de las ideas de Swedenborg.

Después de la Guerra de 1812 con los indios, la colonización de Ohio se reanudó. Para entonces, Johnny ya contaba con viveros por todo Ohio y se convirtió en una especie de vendedor de manzanos a domicilio. Durante esta época, también, comenzó a arrendar en condiciones muy ventajosas algunos de sus solares para que se construyeran escuelas. Sin embargo, la depresión económica en la que se sumió el país durante la década de 1820 le hizo perder gran parte de ellos.

Lápida en Leominster (Massachusetts) cerca del lugar donde nació Johnny Appleseed. Original nsheedy

Supuesta tumba de Johnny Appleseed en Fort Wayne (Indiana). Original nsheedy

Durante esta época, consciente de que la frontera se comenzaba a desplazar hacia el oeste, Appleseed comenzó a explorar la parte noroeste de Ohio, que hasta entonces había sido una zona reservada para los indios. A comienzos de la década de 1830, cuando comenzó a recuperarse de las dificultades que le supuso la depresión económica de la anterior década, Johnny comenzó a comprar más parcelas y solares, y llegó a contar con una multitud de viveros desde el oeste de Pensilvania, Ohio e Indiana. Aunque, otra vez, la situación económica del país, en este caso, el Pánico de 1837, volvió a reducir sus posesiones y los márgenes de su negocio. Los árboles pasaron a venderse por 2 o 3 céntimos, la mitad de los 6 que antes solía cobrar.

A finales de esta década, Appleseed pasaba la mayor parte del año cuidando de sus negocios en Indiana y sólo volvía de tanto en tanto a Ohio. Fue, precisamente, en Indiana, cerca de Fort Wayne, donde un día de marzo de 1845 murió, muy probablemente a causa de una neumonía. Tenía 70 años de edad y, pese a todo lo que había dado y compartido, dejó casi 500 hectáreas de viveros a su hermana. Además de varios manzanales con más de 15.000 árboles. Aunque podría haber dejado mucho más de haber llevado las cuentas de una manera más ordenada. Por ejemplo, de haber conservado la escritura, no hubiera perdido un solar de más de 500.000 metros cuadrados en la ciudad de Mohican (Ohio).

Después de su muerte, su leyenda no hizo más que crecer y su imagen fue evolucionando desde la de un pionero e innovador hortelano a la de una especie de santo patrón de la horticultura. Un personaje de contrastes. Un hombre de la frontera, pero a su vez humanitario. Una persona profundamente religiosa, pero que no renunciaba a la bebida ni al tabaco. Un hombre que ayudó a extender por la frontera su religión, pero también la bebida. Un amigo de los indios, pero que formaba parte de todo el movimiento que ayudaría a destruirlos.

PS: Supuestamente, el único manzano plantado por Johnny que se conserva está en una granja de Nova, Ohio.

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+info:
- Johnny Appleseed in en.wikipedia.org
- What’s the story with Johnny Appleseed? in The Straight Dope
- Johnny Appleseed Introduces Apple Trees to the Ohio River Valley in SalemPress.com
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martes, 11 de mayo de 2010

La fortaleza natural de Monemvasia

En el suroeste de la península del Peloponeso, se encuentra el conocido como Gibraltar griego, Monemvasia. Un imponente peñón de 1.8 kilómetros de longitud que en el siglo IV quedó separado de la costa a causa de un terremoto. Desde el siglo VI, han sido muchos los que han buscado refugio y los que han intentado apoderarse de la roca. Una fortaleza construida por la naturaleza, como decían los venecianos, que se levanta 300 metros sobre el mar, rodeada de pronunciados precipicios que la convertían en inexpugnable.

Grabado veneciano de 1687. La mayoría de las torres son minaretes.

Según cuenta una crónica del siglo VI, fueron los griegos que huían de las invasiones eslavas y ávaras los que encontraron refugio en “un lugar en la costa, poderoso e inaccesible, donde se asentaron con su propio obispo y al que llamaron Monemvasia porque tenía un único acceso”. Estas invasiones marcaron el comienzo de una época convulsa para el dominio bizantino sobre el Peloponeso –en aquel tiempo conocido como Morea– hasta el punto de que algunas crónicasmuy discutidas– han llegado a sugerir que los invasores eslavos llegaron a constituir su propio estado independiente en la mayor parte de la península.

En otras zonas del imperio, la situación también era complicada. Los ataques ya no se limitaban a las zonas fronterizas y ahora alcanzaban el interior, llegando, incluso, a amenazar Constantinopla. Al mismo tiempo, lo que antes eran incursiones puntuales se fueron transformando en asentamientos permanentes que acabaron dando lugar a auténticos estados independientes y hostiles hacia la autoridad de Bizancio dentro de los supuestos límites del imperio.

Afortunadamente para los bizantinos, a partir del siglo VIII, su imperio comenzó a recuperarse del devastador efecto de todas estas invasiones y los invasores eslavos acabaron siendo expulsados o asimilados. Una vez libre, las calamidades no acabarían para el Peloponeso. En el 747, una epidemia golpeó Monemvasia y devastó la costa este del istmo. Muchas zonas quedaron despobladas, aunque la ciudad se recuperó rápidamente, llegando a superar, incluso, su anterior importancia. En los años siguientes, esta creciente prosperidad no pasó inadvertida para los piratas árabes, que la atacaron en varias ocasiones, aunque ninguno de sus ataques consiguió superar las murallas de la ciudad.

Hagia Sophia. Foto de Frank Kathoefer

La distribución de Monemvasia seguía la típica de una ciudad bizantina fortificada, con una ciudadela en su punto más alto y dos líneas de murallas más abajo que dividían la ciudad en dos: la parte alta y la baja. La zona alta de Monemvasia era el centro administrativo y en ella vivía la aristocracia. La parte baja, situada en una pequeña terraza al borde del mar, era la zona comercial y en ella se encontraban los talleres y las casas de los comerciantes y marineros. Los comercios ocupaban la calle central, como siguen haciendo hoy en día. En la parte suroeste de la isla, fuera de las murallas, también existía un pequeño asentamiento.

Durante el siglo IX, las ciudades bizantinas comenzaron a recuperarse gracias a la restauración del poder central. Fue especialmente próspero el siglo XII. De la mano de la familia imperial de los Commeno, la población y la economía del imperio experimentaron un gran crecimiento. Se fundaron nuevas ciudades y muchas de las ya existentes crecieron o se consolidaron. El crecimiento, además, llegó a las zonas rurales, donde al aumentar las tierras dedicadas al cultivo se produjo un incremento de la producción agrícola.

Todo este crecimiento demográfico y económico atrajo el interés comercial veneciano. El aumento del comercio acabaría trayendo más prosperidad al Imperio. Por su parte, Monemvasia, fue atacada por los normandos de Sicilia en 1147. La ciudad, una vez más, resistió. Mientras, comenzaba a hacerse con una importante flota para defenderse.

A comienzos del siglo XIII, la Cuarta Cruzada conquista el Imperio Bizantino y se hace con casi toda Grecia. Los cruzados francos se apoderaron de casi toda Morea. Monemvasia, sin embargo, fue una de las pocas ciudades que permanecieron bajo poder griego. La ciudad rechazó rendirse y resistió durante casi medio siglo más la presión franca, pero en 1249 se vio obligada a capitular. Lo hizo después de un bloqueo de 3 años al que sometieron la ciudad un contingente de venecianos y francos dirigidos por Guillermo de Villehardouin, y, según cuenta la Crónica de Morea, sólo después de que sus habitantes se hubieran comido hasta las ratas y, por supuesto, los gatos de la ciudad.

Puerta de la ciudad baja. Foto de bovolo

Muros de la ciudad baja. Foto de bovolo

Los francos sólo retendrían la ciudad durante 13 años. En 1262 pasó a formar parte del rescate, junto a las ciudades de Mistra y Maina, que Gillermo II Villehardouin tuvo que pagar por su propia liberación al emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo. Una vez recuperada, Monemvasia se convirtió en el punto de desembarco de la tropas imperiales que venían a reforzar el recién creado Despotado de Morea, desde el que partían los ataques bizantinos hacia lo que quedaba del principado franco de Morea . Monemvasia, por su parte, vio como se convertía en una importante base para los piratas dedicados al saqueo de las rutas comerciales venecianas.

En 1293, un año después de que Roger de Lluria atacara la ciudad e incendiara su parte baja, el emperador Andrónico II, emitió una bula por la que el obispado de la ciudad fue elevado al rango de metrópolis, con jurisdicción sobre todo el Peloponeso. También se pusieron en práctica medidas económicas con el objetivo de convertir la ciudad en la capital comercial de la Morea bizantina y, así, competir con las bases comerciales venecianas en Mesenia (en la parte occidental del Peloponeso). Aunque podría ser anterior, se cree que fue durante el reinado de Andrónico II cuando se construyó la iglesia de Hagia Sophia, que es el edificio más importante que se conserva de la parte alta de la ciudad hoy en día.

Andrónico III volvió a ampliar los privilegios concedidos a Monemvasia, eximiendo a sus habitantes de la obligación de pagar impuestos o de realizar trabajos forzados. Además, les concedió el derecho de comerciar libremente con la mayor parte del Imperio. La prosperidad de la ciudad se vio incrementada con el floreciente negocio de la exportación a toda Europa del vino de Malvasia producido en el Peloponeso Oriental y en algunas de las islas Cícladas. Un vino muy apreciado en las cortes europeas de la época.

El principal privilegio que había recibido la ciudad, el poder para elegir sus propios gobernantes, la convirtió en una ciudad casi autónoma respecto a la autoridad centralizada y burocrática de Constantinopla. Sin embargo, esta libertad acabó convirtiéndose en una maldición. Los arcontes de la ciudad fueron unos de los principales culpables del desorden en el que se comenzó a sumir el Despotado de Mistra, precisamente cuando más necesaria era la unidad para luchar contra los turcos.

Pese a todo, en 1442, cuando la conquista otomana parecía, ya, inminente, Teodoro II de Mistra volvió a ratificar los privilegios de la ciudad y renovó el sistema que obligaba a dedicar la herencia de los que murieran sin descendencia a la reparación y refuerzo de las defensas de la ciudad.

Parapeto de la ciudad alta. Foto de bovolo

Después de la caída de Constantinopla en 1453 y la posterior de toda Morea, la única ciudad que quedaba de lo que había sido el todopoderoso Imperio Bizantino era Monemvasia (hasta 1461, a orillas del Mar Negro, sobreviviría el Imperio de Trebisonda, un estado surgido de la descomposición del Imperio Bizantino, justo unas semanas antes de la toma de Constantinopla por la IV Cruzada).

El derrotado Déspota de Morea, Demetrio Paleólogo, se unió al séquito de sultán. Su mujer y su hija, por el contrario, prefirieron buscar refugio en el fortificado peñón. Al poco tiempo, el sultán envió un emir para exigir la sumisión de la ciudad. Las mujeres del traidor le fueron entregadas, pero los habitantes de la ciudad rehusaron rendirse guiados por Manuel Paleólogo, sobrino del déspota y que, tras la traición de este, ocupaba la segunda posición en la línea de sucesión imperial, detrás de su padre Tomás Paleólogo. El emir, por su parte, se retiró sin luchar.

Monemvasia se había quedado sola en su lucha por preservar su independencia frente al enemigo turco. Su primer movimiento fue aceptar como caudillo a un pirata catalán llamado Lupo de Bertagna que, según parece, llevaba unos años por aquellas aguas dedicado a su “oficio”. Fue una mala elección, Bertagna resultó ser un tiránico dictador. Así que tan rápido como lo habían hecho llamar, lo expulsaron. Otra vez sola, en 1460, la ciudad decidió probar la protección del Papado. Sin embargo, la nueva alianza tampoco duraría demasiado. El poder militar y político del Papa resultaba insuficiente frente a la constante presión de los otomanos, por lo que se vio obligado en 1464 a ceder la ciudad a la República de San Marcos, que en aquella época estaba en guerra con los turcos.

Camino de acceso a la ciudad alta. Foto de bovolo

El dominio veneciano trajo consigo un período de paz y prosperidad a Malvasia, como ellos llamaban a la ciudad. Aunque, extrañamente, pocas construcciones se pueden atribuir a este periodo. Bajo su control, el provechoso negocio de la exportación de su vino continuó. Pero en 1540 la Serenissima acabó cediendo la ciudad al Sultán Solimán el Magnífico a cambio de la promesa de un tratado de paz. Fue durante la segunda guerra entre venecianos y turcos, y la pérdida de la ciudad marcó el comienzo del ocaso del imperio veneciano en Levante y el declive de su comercio.

Por su parte, los turcos llevaron a cabo la renovación de las defensas de la ciudad baja. Construyeron la mayor parte de los muros que rodean hoy en día la parte baja de la ciudad. Muy probablemente, después de derribar lo que quedaba de las antiguas murallas bizantinas. También parece que son de esta época la puerta de la parte alta de la ciudad y los parapetos que bordean los precipicios.

En 1554, los nuevos muros resistieron como antes lo habían hecho los antiguos. En este caso, fueron los Caballeros de Malta los que intentaron recuperar la ciudad para la Cristiandad. No lo consiguieron y, aparentemente, la población de la ciudad no mostró demasiado interés por ayudar ni aliarse con sus supuestos libertadores.

Un siglo después, lo intentaron los venecianos. Lo probaron en 1653, 1654 y 1655, sin éxito. Lo volvieron a probar en 1687, durante la Guerra de Morea, cuando ya todo el Peloponeso estaba en sus manos y Monemvasia era la única ciudad que se les resistía, tampoco lo consiguieron y prefirieron continuar con sus conquistas más al norte del istmo.


Muros marítimos. Foto 1 2 de bovolo

En 1689, abandonada su expansión hacia el norte, la República de Venecia volvió a poner sus ojos en aquella molesta mancha en la Morea veneciana que era Monemvasia. Los venecianos decidieron someter a la ciudad a un bloqueo naval y construyeron dos fuertes, uno delante del puente de 23 ojos que unía la ciudad con la costa, y otro, más al sur, desde el que se dominaba la ciudad baja. Desde ambas posiciones los venecianos bombardeaban las posiciones turcas. En varias ocasiones, los venecianos intentaron tomar la ciudad. Una de ellas atacando con brulotes los muros de la ciudad baja. No tuvieron éxito y el capitán veneciano prefirió esperar a que el bloqueo surtiera efecto a continuar arriesgando más vidas.

Con el paso del tiempo y la llegada de más refuerzos, los venecianos volvieron a pasar al ataque. Tomaron posiciones en la isla y lo volvieron a intentar. Pese a los esfuerzos, no consiguieron grandes avances y entre los capitanes venecianos comenzó a cundir la duda de si tenía algún sentido tomar el Borgo (la ciudad baja), pues, aunque este cayera, tomar la fortaleza superior (el Castello) seguiría siendo una misión casi imposible.

La única manera de acceder a la parte alta era siguiendo un escarpado y zigzagueante camino que partía desde el Borgo. En este camino, que era interrumpido por varios muros, no había espacio para situar artillería, cavar trincheras o construir fortificaciones, por lo que los atacantes estaban a merced de las piedras o proyectiles que los defensores les arrojaran desde arriba.

Calle principal del Borgo. Foto original de bovolo

Campanario en el Borgo. Foto de bovolo

Gracias a las paredes naturales que bordeaban el Castello, esta parte de la ciudad no necesitaba unas fortificaciones muy contundentes, le bastaba con unos muros bastante bajos y, en algunos flancos, ni tan siquiera eso. Por su parte, las murallas que protegían el Borgo no llegaban hasta las fortificaciones superiores. Se limitaban a llegar hasta los flancos verticales de la roca. Parecía difícil que alguien pudiera trepar por aquellos muros naturales, ni siquiera lo turcos, que tenían fama de buenos escaladores.

Abandonada la idea de atacar la ciudad baja, los venecianos y sus aliados comenzaron a retirarse a tierra firme a esperar que el hambre debilitara la voluntad de los defensores de la ciudad. Fue entonces cuando un comandante de artillería veneciano aseguró que las piezas de artillería de los turcos eran poco potentes, especialmente ahora que cada vez les quedaba menos pólvora. El comandante propuso construir trincheras a menos de 50 metros de las murallas de la ciudad desde las que bombardearlas en colaboración con la artillería de las galeras.

El plan surtió efecto. Los turcos, para entonces ya muy debilitados por el hambre, se asustaron por el progreso de los movimientos de los venecianos y no demasiado convencidos de la resistencia de sus muros defensivos, que no eran especialmente gruesos, prefirieron negociar y acabaron rindiendo la ciudad el 12 de abril de 1690. 1.200 turcos, 300 de los cuales eran soldados, abandonaron la ciudad y entregaron a los venecianos 78 cañones junto con todos los esclavos y renegados cristianos. Después de 14 meses, Monemvasia era veneciana y la conquista de Morea, completa. En los años posteriores, la República repobló toda la zona con colonos albaneses.

Ruinas del Castello. Foto 1 2 de bovolo

Después del sitio, los venecianos repararon los muros que habían resultado dañados por sus bombardeos, pero parece que no hicieron ninguna otra mejora o ampliación de las defensas de la ciudad. Como solían decir, la naturaleza había construido la fortaleza y poco había que hacer para reforzarla.

Esta vez, sin embargo, el dominio veneciano duraría tan sólo 25 años. Durante el verano del 1715 un ejército turco avanzó hacia la ciudad. Esta vez, para evitar otro sitio, los venecianos prefirieron negociar. Finalmente, a cambio de una importante suma de dinero, entregaron la ciudad.

Durante este nuevo período de dominación turca, la ciudad continuó su particular decadencia. Durante la Guerra Ruso-Turca de 1768-1774, en 1770, la población albanesa y griega se levantó contra los ocupantes turcos, fue la Revuelta Orlov. Sin embargo, los turcos consiguieron aplacarla y la reprimieron con tal dureza y ferocidad que muchos griegos decidieron huir. En 1805, de las 350 casas de Monemvasia, sólo 3 las ocupaban familias griegas.

En 1821, durante la Guerra de Independencia Griega, Monemvasia, la última fortaleza que sus antepasados habían rendido a los turcos, se convirtió en la primera fortificación que los griegos recuperaron. Como siempre, la única forma de que los ocupantes de la roca se rindieran fue esperar a que se les acabara la comida después de un sitio de cuatro meses. De esta manera, el 1 de agosto, Tzannetakis Grigorakis entraba en la ciudad al mando de su propio ejército privado. Tras la toma, algunas de las familias griegas que habían huido en 1770 volvieron a la ciudad, pero, pese a este retorno, la ciudad no recuperó la gloria ni la importancia pasada.

Panorámica de Monemvasia. Foto de bovolo

En 1911, el último habitante abandonó la parte alta de la ciudad, que hoy en día, y a excepción de un par de edificios y de los muros que la rodean, es sólo una gran extensión de ruinas. La parte baja también fue perdiendo habitantes y en 1971 su población llegó a su mínimo, 32 habitantes. La vida y la actividad se fueron trasladando poco a poco al otro lado del puente, donde entorno a un pequeño puerto ha ido surgiendo Gefira. Pese a todo, en los últimos tiempos, y gracias al turismo, la población de la ciudad vieja se ha ido recuperando. Gentes provenientes del resto de Grecia o, incluso, del extranjero han comenzado a reconstruir sus antiguas casas y, en 2001, eran ya 90 los residentes permanentes.

PS: Se dice que en la parte alta de la ciudad había campos de maíz para alimentar hasta a 30 hombres.

Las fotos son del pasado verano, que tuve la suerte de poder visitar Monemvasia. Más fotos en panoramio

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+info:
- Castles of the Morea by Kevin Andrews, Glenn R. Bugh in google books (pág 196)
- Monemvasia in en.wikipedia.org
- Malvasia in Venetian Fortresses in Greece by Roberto Piperno
- Monemvasia – The Town and its History by Rainer W. Klaus and Ulrich Steinmuller, extracto en monemvasia-online
- A History of the Crusades: The fourteenth and fifteenth centuries by Kennth Meyer, Harry W. Hazard en google books
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