lunes, 19 de julio de 2010

Los hermanos Collyer, los ermitaños de Harlem

Cuando la policía de Nueva York entró en la casa de los hermanos Collyer en Harlem el 21 de marzo de 1947. No podía dar crédito a lo que encontraron. La entrada y las habitaciones de la casa estaban llenas hasta el techo de trastos y basura. Una llamada anónima les había alertado de la presencia de un cadáver, pero parecía que la búsqueda no iba a ser fácil ante la imposibilidad de avanzar.

Exterior de la cada el día después de la entrada de la policía La casa poco después de la entrada de la policía en 1947. Original Ascent of a Pyramid

Habían pasado casi 40 años desde que en 1909 el Doctor Herman Collyer Collyer se mudara con su familia Harlem. Habían comprado una "brownstone" de cuatro plantas en los que entonces un barrio blanco en el que se estaban instalando algunas de las familias más adineradas de Nueva York. A los Collyer tampoco les iban mal las cosas, el padre de Herman había sido uno de los mayores constructores de barcos del río Hudson, él era un reputado ginecólogo que trabajaba en el hospital de Bellevue y su mujer, Susie Gage Frost, había sido cantante de ópera.

Supuestamente, los Collyer descendían de la familia Livingston, una antigua y acaudalada estirpe neoyorquina de la que se tiene constancia desde el siglo XVII, y que había llegado en barco a la entonces colonia holandesa desde Inglaterra justo una semana después que el Mayflower.

La pareja había tenido una hija, Susan, que murió aún siendo niña en 1880. Un año después de su muerte, había nacido su segundo hijo, Homer y cinco años más tarde, Langley. Los dos hermanos estudiaron en la Universidad de Columbia. Homer se licenció en Derecho Marítimo y Langley en ingeniería mecánica y química.

Los Collyer eran una familia más de Harlem, con algunas rarezas, pero que no parecían tener la menor importancia. En 1917 habían dado de baja el teléfono acusando a la compañía de cobrarles llamadas de larga distancia que no habían hecho. También era habitual que el doctor Collyer bajara remando en su propia piragua por el río Este cuando le llamaban del hospital de la isla de Blackwell.

Sin embargo, sería en 1919 cuando la vida de la familia cambiaría. Según parece, el doctor decidió abandonar a la familia. Se desconocen los motivos de su marcha y algunas fuentes afirman que no fue una separación, sino que su mujer se fue con él. En cualquier caso, los hermanos, Homer y Langley, en aquel entonces de 34 y 38 años de edad, siguieron viviendo en la casa familiar de Harlem.

Así se encontró el interior de la casa la policía cuando entró. Original The New York Times

En 1928, esta vez por falta de pago, les cortaron el gas y la electricidad. Aunque Langley intentó generar su propia electricidad, sus intentos de generar electricidad con un Ford T no fructificaron, aunque Langley decía que sí, por lo que los hermanos a partir de entonces vivieron sin calefacción ni agua caliente. Pasando a utilizar queroseno para cocinar, iluminarse y calentarse.

El padre murió en 1923 y la madre en 1929. En ese momento, los hermanos heredaron todas las posesiones de la familia y decidieron llevar todas esas posesiones a su casa de Harlem. Mientras Homer seguía ejerciendo como abogado, Langley se ganaba la vida como concertista de piano, llegando a tocar en una ocasión en el Carnegie Hall.

Para entonces, lo que cuando llegaron era un pujante vecindario blanco se había ido convirtiendo en un barrio negro de clase baja. La mayoría de las familias blancas que habían llegado con los Collyer se habían marchado. Los hermanos, sin embargo, se quedaron, aunque a medida que la delincuencia y el vandalismo se adueñaban del barrio más se apartaban del mundo y se recluían en su casa.

La mayoría de fuentes sitúan en 1932 la última aparición pública de Homer. Justo un año después, un derrame cerebral le causó hemorragias en ambos ojos y se quedó ciego. A partir de ese momento, Langley se dedicó a cuidarlo. Los hermanos decidieron no seguir los consejos de los médicos. “Somos hijos de médico y tenemos una biblioteca con más de 15.000 libros de medicina”, al parecer explicaba Langley. Langley sometió a su hermano a una dieta especial combinada con descanso que según él le ayudaría a recuperar la visión. Cien naranjas a la semana, pan integral y mantequilla de cacahuete, y para ayudar a descansar a los ojos, los tendría que mantener cerrados a todas horas.

Después de la pérdida de visión de Homer, Langley comenzó a guardar y a acumular los periódicos de la ciudad con la intención de que el día que Homer recuperara la visión, se pudiera poner al día. La salud de Homer, sin embargo, no se recuperaría y, más tarde, a causa del reumatismo que sufría, quedó casi paralítico.

Imagen de la azotea de la casa, 24 de marzo de 1947.

Ese mismo año, poco antes de quedarse ciego, Homer había comprado el edificio del otro lado de calle para construir un bloque de apartamentos. Sin embargo, después de perder la visión, los hermanos abandonaron los planes que tenían y, a al no pagar los impuestos, el edificio acabó pasando a la ciudad de Nueva York. Langley protestó la decisión porque no la entendía, si no contaban con ningún tipo de ingreso porque tenían que pagar impuestos.

Fue también durante estos años, que Langley comenzó deambular de noche por las calles. Primero, salía a buscar agua a una fuente que estaba unas manzanas más debajo de la casa y luego recorría la ciudad tirando de una caja de cartón. Buscaba comida en los cubos de basura o le pedía a algún comerciante amable la comida que iba a tirar. Extrañamente, en ocasiones, Langley recorría grandes distancias sólo para que le dieran una barra de pan duro, había veces que había llegado a caminar hasta Brooklyn en busca de pan. Sin embargo, eran muy pocas las ocasiones en las que se aventuraba dentro de una licorería, y sólo para comprar whisky con “fines medicinales”. Langley también aprovechaba sus salidas nocturnas para recoger y llevar a su “refugio” todo aquello que le parecía de utilidad.

Contrariamente a lo que se pudiera pensar y a pesar de su enorme actividad nocturna, eran pocas las ocasiones en las que alguien veía a Langley. Los hermanos vivieron a su modo sin que nadie les molestara hasta 1938, cuando aparecieron en los periódicos por primera vez. Fue a raíz de que Maurice Gruber, un agente inmobiliario interesado en comprar una de las propiedades de los hermanos en Queens, no recibiera ninguna respuesta a sus cartas y no consiguiera que le abrieran la puerta ninguna de las veces que fue a hablar con ellos en persona. Helen Worden del World Telegram se hizo eco de la historia y de los rumores de los vecinos que sostenían que detrás de aquella descuidada fachada se escondía el lujo y la riqueza.

Según Worden, la reportera del periódico, había alfombras orientales, antigüedades, libros y montones de dinero que los hermanos no querían guardar en ningún banco. La reportera además contactó un Charles Collyer, un primo lejano, que no dudó en posar en los escalones de la entrada y expresar su temor de que su primo Homer podría estar muerto.

Una noche, la reportera, que estaba haciendo guardia delante de la puerta de la casa de los Collyer, asaltó a Langley cuando este salía a hacer una de sus rondas nocturnas con un “Buenas noches, señor Collyer. Sus vecinos me han dicho que guarda una piragua en el desván y un Ford T en el sótano”. “Sí y no”, respondió Langley. El mayor de los hermanos explicó que tanto el coche como el bote eran de su padre y le explicó el uso que su padre había dado al bote. “No tenemos teléfono y hemos dejado de abrir el correo. No puedes imaginarte lo libre que nos sentimos”. Cuando la periodista le preguntó por su atuendo dijo que no podía ir vestido de otra manera porque le atracarían.

Posteriormente, otro reportero describió a Langley como un hombre con apariencia fantasmagórica. Amigo de pasear por cementerios y de no salir de casa hasta la medianoche. El periodista afirmaba que tenía un hermano al que nadie había visto desde hacía siglos y que todos suponían muerto, aunque jamás había tenido un funeral.

Limpiadores retirando uno de los pianos. Original Ascent of a Pyramid

Pasado un tiempo, Langley culpó a la publicación de estos dos artículos de ser los causantes de casi todos sus males. Según él, lo único que pretendían, él y su hermano, era vivir sin ser molestados. ¿Por qué vivían como reclusos? Eso era sólo asunto suyo, de los dos hermanos, pero de nadie más. Desde luego que algo de razón tenía. La publicación de los artículos los sometió al escrutinio público y los convirtió en personajes misteriosos y populares acabando con su tan preciada tranquilidad. Se dice que a partir de entonces no pararon de sufrir el incordio de vecinos entrometidos que picaban a la puerta o que los niños del barrio convirtieron en un hábito tirar piedras a las ventanas de la casa.

También, fueron varias las veces que los ladrones intentaron entrar en la casa atraídos por las supuestas riquezas que, según la prensa, los hermanos escondían en su interior. Mientras, reporteros sensacionalistas seguían entrevistando a familiares obscuros y lejanos de los dos hermanos, que en la misma puerta que Charles posó expresaban su preocupación por sus dos parientes.

A medida que el miedo de los hermanos crecía, también lo hacía su nivel de excentricidad y comenzaron a obsesionarse con la idea de que alguien entrara en la casa. En un primer momento, harto de gastar dinero en cambiar cristales, Langley tapió las ventanas con tablas. Aunque se sabe poco de la vida de los hermanos antes de 1938, algunos periódicos afirman que, si bien la casa tenía un aspecto tenebroso y descuidado, fue a partir de ese año cuando Langley comenzó a construir en el interior de la casa un laberinto con cajas llenas de basura.

Langley aplicó sus conocimientos de ingeniera para colocar cajas llenas de papeles o basura de forma entrelazada y ocultar entre ellas túneles que permitían pasar de una habitación a otra. Langley conocía su laberinto, pero cualquier otra persona hubiera tenido que retirar toda la “barricada” para poder pasar. Además, y por si esto fuera poco, Langley colocó varias trampas caseras en estos pasadizos, de manera que si algún intruso no deseado tropezaba con un cable se provocara un “alud” de papeles y cajas.

Limpiadores retirando uno de las habitaciones. Original Ascent of a Pyramid

Los hermanos volvieron a atraer la atención de los medios en 1942, cuando dejaron de pagar la hipoteca de la casa. Al no cumplir con sus pagos, el banco comenzó el procedimiento de desahucio, enviando una cuadrilla de limpieza. Langley recibió a los limpiadores a gritos, instando a los vecinos a llamar a la policía. Cuando los agentes llegaron e intentaron entrar en la casa tirando la puerta abajo, vieron que un montón de basura les impedía adentrarse en la casa, un montón que llegaba desde el suelo hasta el techo.

En ese mismo instante, sin mediar palabra, Langley extendió un cheque de 6.700 dólares (el equivalente a unos 88.000 actuales) con el que cancelaba la hipoteca y ordenó a todos que abandonaran su casa mientras él se volvía a su refugio.

Pasarían unos años hasta que el 21 de marzo de 1947 a las 8.53 de la mañana la policía recibió una llamada anónima informando que en la casa de los Collyer había el cadáver de un hombre muerto. No tardó en acercarse una patrulla. Ante la imposibilidad de forzar la puerta de entrada, la policía tuvo que sacarla de sus goznes. Cuando finalmente pudieron entrar se volvieron a topar con el muro de cajas basura, periódicos, hierros y trastos diversos que les impedía continuar. Las escaleras del sótano estaban bloqueadas de la misma forma, así que tuvieron que forzar la ventana de la segunda planta para entrar y descubrir habitaciones y escaleras llenas hasta el techo de cajas, papeles y trastos.

Fue en torno al mediodía cuando dieron con el cadáver de uno de los hermanos, era el de Homer. La noticia de la muerte causó sensación y apareció en la portada de los principales periódicos de la ciudad. En sus páginas interiores, unos periódicos describían a Homer con barba, otros con bigote y otros sólo destacaban que vestía andrajos. Pero quedaba claro que hacía como mínimo tres días que no comía, antes de morir por una combinación de inanición, deshidratación y un ataque al corazón. La noticia atrajo a la puerta de la casa cientos de curiosos, que miraban asombrados los montones de basura que se acumulaban en la puerta.

Los limpiadores siguieron buscando al hermano. No fue una tarea fácil ya que el edificio parecía macizo, relleno de multitud de trastos y basura. Según el Times, sólo del vestíbulo de la primera planta se retiraron 19 toneladas de ruinas. Se sacaron unos 2.500 libros de la biblioteca legal de Homer. En medio de cientos de toneladas de basura, encontraron algunos retratos familiares al oleo, catorce pianos (uno de ellos, supuestamente, regalo de la reina de Inglaterra), candelabros, tapices, bicicletas oxidadas, alfombras orientales, maniquís, cinco violines, dos órganos, media docena de trenes de juguete, una antigua máquina de rayos X, dos rifles, tres revólveres, munición y un diploma escolar de Langley por buena conducta y puntualidad de abril de 1895.

Si bien una buena parte de los trastos eran objetos relacionados con la práctica médica de su padre, una parte importante estaba formada por los objetos que durante años Langley había ido recogiendo de la basura.

El Collyer Brothers Park, en el mismo lugar donde estaba la casa.

La propia casa se encontraba en un estado de conservación lamentable al no haberse llevado a cabo ningún tipo de mantenimiento durante años. El tejado tenía goteras, muchos muros estaban desconchados y otros se habían derrumbado.

En total, hasta el 3 de abril se habían retirado ya 51 toneladas de basura y objetos. Pero seguía sin haber rastro del hermano que faltaba, al que, por cierto, había numerosas personas que afirmaban haberlo visto no sólo en alguna parte de la ciudad, sino hasta en nueve estados distintos. La policía especuló con la posibilidad de que Langley se hubiera marchado antes de la misteriosa llamada y que, por tanto, la muerte de Homer hubiera sido debida a la desatención.

Finalmente, el 8 de abril los limpiadores dieron con el cuerpo de Langley. Estaba a no más de 3 metros de donde habían encontrado el de Homer. Había quedado sepultado bajo una maleta y tres enormes fajos de periódicos. Langley había quedado atrapado en uno de sus túneles al activar accidentalmente una de las trampas que el mismo había colocado. Según parece, llevaba la cena a su hermano. Era de su cadáver de donde emanaba el hedor que llegaba hasta la calle.

El 9 de mayo, el ayuntamiento después de haber retirado unas 130 toneladas de material diverso de la mansión, entre los que se incluían 25.000 libros, ordenó su demolición por haberse convertido en un peligro público. La fortuna de los dos hermanos que incluía propiedades inmobiliarias por valor de unos, unos 2.000 en ahorros y unos 4.000 en artículos personales como joyas y efectivo ascendía unos 90.000 dólares de la época, el equivalente a 1.200.000 actuales, antes de descontar los impuestos pendientes. Fueron cuarenta los familiares que reclamaron una parte de este dinero, aunque no queda claro si la recibieron.

Algunos de los objetos más extraños que se encontraron en la casa fueron exhibidos en el Hubert’s Dime Museum, junto a las otras “maravillas humanas” del museo. El objeto central de la exposición dedicada a los hermanos era la silla sobre la que Homer había sido encontrado muerto. Años más tarde, la silla cambió de manos y fue adquiriendo una fama de ser un objeto maldito a causa de las desgracias que había traído a los hermanos. Aunque dicha maldición pareció no importar al coleccionista de curiosidades de Orlando que la y hoy segue siendo su propietario.

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+info:
- Hermanos Collyer en es.wikipedia.org en.wikipedia.org
- The Shy Men in Time Magazine
- The Collyer Brothers in New York The Sun
- The Collyer Brothers of Harlem in New York Press
- Former site of the Harlem House Where the Collyer Brothers Kept all That Stuff in The New York Times
- Ghost Story, The Collyer Brothers in Daily News

viernes, 2 de julio de 2010

La casa Malin, un OVNI sobre Mulholland Drive

Muchos no habrían sabido que hacer con una parcela como la que Leonard Malin recibió de su suegro cerca de Mulholland Drive. Parecía imposible edificar una casa en una pendiente de 45 grados, más aun, con los modestos medios con los que contaba Malin, un joven ingeniero aeroespacial. Su suerte fue conocer al arquitecto John Lautner, que le proporcionó una solución totalmente inesperada a su problema.

Una vista nocturna. Original en Los Angeles Times

Mi filosofía en aquel tiempo era: la mayoría de la gente trabaja toda su vida para construir la casa de sus sueños”, explicaba Malin a un periodista de Los Angeles Times. “¿Por qué no construirla ahora, y pagarla durante el resto de mi vida?”. En aquel tiempo la ciudad de Los Angeles estaba inmersa en un período de expansión durante el cual una familia de clase media podía construirse una casa en las colinas de Hollywood con un presupuesto bastante modesto.

Pese a su determinación, la parcela hubiera continuado sin edificar de no ser porque Malin contactó con Lautner, un arquitecto discípulo de Frank Lloyd Wright con fama de enojadizo al que conocía por haber construido otra casa en otra pendiente similar bastante cerca, la casa Harpel .

Curiosamente, no serían las dos únicas casas que Lautner construiría a lo largo de su carrera en lugares “complicados como pendientes y cumbres de montañas o la orilla del mar. Emplazamientos en los que sus diseños intentarían sacar el mayor partido de las vistas que ofrecían.

En el caso de la parcela de los Malin, la manera convencional de resolver el problema de la empinada pendiente hubiera sido excavar el terreno y construir unos muros de contención de como mínimo 10 metros de alto para tratar de contener la montaña. Sin embargo, cuando Lautner vio el solar, dibujó una línea recta vertical, una cruz y una curva sobre ella. “Dibújala aquí arriba” dijo a su ayudante.

Proyecto y sección de la casa. Original en The New York Times

Sobre el terreno, aquella línea se convertiría en una robusta columna de hormigón de 6 metros de diámetro y 8.7 de altura sobre la que Lautner proyectó una casa octogonal de 205 metros cuadrados. La estructura de la casa estaría formada por vigas de madera laminada sujetas al centro mediante un anillo de compresión hecho de acero. Podría parecer una estructura frágil, pero la experiencia demostraría que no era así, al ser capaz de resistir sin problemas lluvias torrenciales y varios terremotos. El acceso a la casa sería desde el lado de la montaña a través de una pasarela a la que se llega mediante un funicular.

La casa proyectada, sin duda, tenía una apariencia de platillo volante, pero Lautner no lo veía así, para él era sólo una solución práctica que permitía construir en aquella ladera. Mucho más conveniente que la otra opción, la de excavar la montaña, que Lautner consideró una locura.

Lautner tenía una personalidad fuerte, pero se esforzaba en satisfacer las necesidades y deseos de sus clientes. Hablaba con ellos y buscaba la solución que mejor se adaptaba a su personalidad.

Decidido a hacer realidad la casa que mejor “encajaba“con su manera ser, Malin dejó su trabajo y se dedicó a construirla él mismo con la ayuda de tres obreros. Fueron 18 meses de trabajo, pero en 1961 la casa ya estaba terminada. Había costado unos 140.000 dólares, la mayoría de ellos aportados por los patrocinadores de la obra, la compañía de gas Southern California Gas y la Chem Seal Corporation (que inspiró el nombre de la casa, Chemosphere), una corporación química que aprovechó para experimentar con diferentes tipos de resinas, colas y de revestimientos. De esta manera, Malin sólo tuvo que pagar 80.000 dólares.

Distribución interior de la casa. Original The John Lautner Foundation

Malin aún recuerda la primera vez que encendieron las luces de debajo de la casa, cuando hubo gente que vino desde el cercano valle de San Fernando a ver aquello que parecía un OVNI. Aunque es cierto que por fuera la casa tiene un aspecto frío de nave espacial inaccesible, por dentro resulta tremendamente acogedora y cálida. “Quizás sea porque cuando estás dentro de ella, en verdad, estás en el aire flotando sobre la ciudad y la realidad, desconectado del planeta y completamente libre y feliz”, afirma Angelika Taschen, su actual propietaria.

Otro aspecto que destacan sus actuales propietarios es la magnífica situación de la casa, situada entre el campo y la ciudad. Lo que permite tener sensaciones muy diferentes desde ambos lados de ella. Desde la cara que da al valle de San Fernando, se ve la gran ciudad, las casas, los rascacielos, la autopista 101,… Mientras que en la parte que da hacia la montaña se siente la naturaleza y sus animales.

La casa, que llegaría a ser considerada por la Enciclopedia Británica como el “hogar más moderno del mundo”, es todo un ejemplo de la arquitectura de Los Angeles de su época, en la que una casa no tenía porque parecer una casa, sino que podía adoptar la forma que quisiera. Aunque la fascinación de Lautner por las nuevas formas y estructuras no tenía nada que ver con el futurismo de la era espacial, sino con su determinación por humanizar los espacios construidos.

Lautner era un entusiasta seguidor de la arquitectura orgánica, como su maestro Wright, una arquitectura preocupada por mejorar la vida del hombre atendiendo sus problemas vitales y psicológicos, y que buscaba crear espacios interiores más envolventes, huyendo para ello de las líneas rectas y de las formas cúbicas. El resultado eran formas más complicadas, no repetidas, más costosas y menos industrializables, y estructuras que muy a menudo imitaban formas de la naturaleza como una flor, un árbol o una cueva.

La Chemosphere desde el nivel de calle

La obra de Lautner muestra, además, una gran preocupación por integrar las casas en su entorno y crear un flujo “orgánico” entre el espacio interior y el exterior. En sus casas es también habitual el empleo de formas geométricas básicas como el círculo y el triangulo, que suelen ser los motivos dominantes en muchos de sus diseños.

Los Malin y sus cuatro hijos vivieron en la casa durante más de diez años, pero 1972, problemas económicos les obligaron a venderla al doctor Richard Kuhn. Unos años más tarde, en 1976, dos ladrones entraron en la casa y apuñalaron a Kuhn hasta matarlo. La policía no tardó en detenerles y fueron sentenciados a cadena perpetua. Uno de ellos era un chico de 19 años.

Después de este episodio trágico, la casa pasaría por las manos de otros dos propietarios, aunque estaría en venta la mayor parte del tiempo. No existía un mercado para una casa así, la gente prefería otros tipos de vivienda más convencionales. Mientras, la Chemosphere fue sufriendo modificaciones y acabó convirtiéndose en una casa que se alquilaba para organizar fiestas.

La decadencia de la casa continuaría hasta 1997, cuando el editor alemán especializado en libros de arte y arquitectura Benedikt Taschen y su mujer, la visitaron. Los Taschen, unos apasionados del Modernismo de Los Angeles y buenos conocedores de la obra de Lautner, se enamoraron de la casa nada más verla y a pesar de que se encontraba en un estado de conservación bastante pobre la compraron por un millón de dólares.

La Chemosphere, con su suelo enmoquetado, sus ventanas viejas y las siete capas de pintura que cubrían lo que antes eran austeras paredes de ladrillo, tenía un aspecto más propio de un motel viejo y cutre que de una joya de la arquitectura moderna. Con el objetivo de recuperar su aspecto y espíritu inicial, Los Taschen encargaron la restauración de la casa al arquitecto Frank Escher. Sin embargo, no siguieron exactamente el diseño original, sino que, respetando lo que ellos consideran la visión inicial, introdujeron algunos detalles o acabados que Lautner diseñó o consideró, pero que en su tiempo resultaban prohibitivos por precio o simplemente la tecnología no los permitía.

Aspecto del interior de la casa en la actualidad. Original en Los Angeles Times

En cualquier caso, todas las modificaciones fueron consultadas con Malin. El constructor de la casa, que reconoce haber estado preocupado por el estado de decadencia en el que estaba cayendo la que aún considera “su casa”, afirma que, con la compra por parte de los Taschen, esa preocupación desapareció del todo y está más que satisfecho con el resultado de la restauración y las modificaciones introducidas, algunas de las cuales reconoce haber barajado él en su tiempo, pero había tenido que descartar por la falta de dinero.

Los Taschen, con intereses repartidos por todo el mundo, continúan manteniendo su residencia habitual en Colonia y utilizan la Chemosphere cuando visitan Los Angeles.

PS: Esta vez me adelanto a los comentarios de los seguidores de los Simpson ;-) La casa aparece en el capítulo “Un pez llamado Selma

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+info:
- Lautner’s Chemosphere gets a new life (PDF) in Taliesin Fellows Newsletter
- Eight sides to this story in Los Angeles Times
- The Flying Saucer House Soars Again in The New York Times
- Chemosphere in en.wikipedia.org