martes, 28 de julio de 2009

Roskopf, el relojero de los pobres

A mediados del siglo XIX, Georges Frederic Roskopf era un visionario que soñaba con lo que era todo un reto para la época: fabricar un reloj de buena calidad, simple y robusto, pero que se pudiera vender por tan sólo 20 francos, un precio asequible para la clase trabajadora. La idea parecía una locura, incluso un insulto para el orgullo de algunos relojeros.

Reloj Roskopf de mi abuelo

Nacido el 15 de mayo de 1813 en Niederweiler, Alemania, con 16 años viajó a Suiza para aprender francés. En 1829 llegó a la ciudad de La Chaux-de-Fonds, donde empezó a trabajar en una empresa proveedora de piezas para relojeros, en la que después de tres años como aprendiz pasó a ocupar un puesto de oficinista. Como muchos otros extranjeros que habían llegado a La Chaux-de-Fonds, el joven Roskopf también acabó hechizado por el ambiente de la ciudad fabricante de relojes.

En 1834 Roskopf se convirtió en aprendiz de relojero y pasó dos años aprendiendo los entresijos de la parte teórica de la relojería y de su fabricación. Aprendió los secretos de cada una de las partes de un reloj y de sus procesos asociados.

Un año después, cuando sólo tenía 22 años, conoció a la que se convertiría en su mujer, Lorimier, una viuda conectada con una de las mejores familias de la ciudad. Se casaron ese mismo año, ella era 15 años mayor y tenía 2 hijos de su anterior matrimonio. Roskopf fue un gran padre, tanto para estos dos niños como para el suyo propio, que nacería al año siguiente.

Con el dinero de su mujer Roskopf montó su propio taller de relojería. Roskopf no fabricaba los componentes, sino que, como muchos, los compraba a otros y los montaba. Durante los siguientes quince años, Roskopf fue simplemente un relojero más. Producía relojes de cilindro y de palanca para Estados Unidos y Bélgica. Todos montados de manera cuidadosa y concienzuda, aunque los relojes eran buenos, el negocio no acababa de tirar por lo que decidió venderlo en 1850.

Roskopf no abandonaría el mundo de los relojes, en 1851 consiguió el puesto de director en una importante relojería de La Chaux-de-Fonds donde Roskopf cobraba 5.000 francos, un salario enorme para aquel tiempo. Además, le permitían continuar con la fabricación de relojes de estilo inglés de oro por su cuenta, y así no perder su propia clientela.

Georges Frederic Roskopf

Cuando su hijo, Fritz-Edouard, tuvo la edad suficiente para poder ayudarle, Roskopf decidió volver a intentarlo por su cuenta. Se asoció con Henri-Edouard Gindraux, otro excelente relojero, y crearon la Roskopf, Gindraux & Co. La asociación sólo duraría dos años, Gindraux fue nombrado director de la escuela de relojería de Neuchatel, y el hijo de Roskopf marchó a Ginebra a montar su propio negocio.

Roskopf, otra vez sólo, siguió concentrando sus esfuerzos en la fabricación de relojes. Con el tiempo se había convertido en un relojero excelente. Pero las virtudes, que como relojero le sobraban, le faltaban como hombre de negocios. Roskopf no era la típica persona obsesionada por el triunfo y las ansias de dinero, obtener un beneficio honesto era más que suficiente para él. Su máxima preocupación era otra, la de no tener ningún tipo de reclamación sobre la calidad de sus productos. Era tan extremadamente escrupuloso que llegaba a ser casi quisquilloso con la calidad de sus relojes.

Fue durante esta época cuando germinó en su cabeza la idea de un “reloj al alcance de todos los bolsillos”. Un reloj que costara sólo 20 francos suizos, pero que fuera capaz de indicar la hora exacta. Todo esto con las máximas garantías de solidez y buen funcionamiento.

La idea, el sueño, era todo un reto para una época en que la fabricación de relojes estaba en manos de pequeñas industrias familiares que trabajaban acorde con la tradición, donde cada una de ellas tenía su propia manera de fabricarlos y su propia clientela fiel. Cada fabricante tenía una serie de trabajadores que trabajaban en sus propios talleres y se encargaban de alguna de las diferentes fases del montaje o acabado del reloj. La relación entre patrones y empleados se basaba en el respeto mutuo.

Uno de los primeros diseños de Roskopf. Original Eugene Buffat

Era un mundo en el que introducir cualquier tipo de cambio era difícil, ya fuera en el estilo de los relojes o en los métodos para su fabricación. No es difícil imaginar que la idea de fabricar un reloj con una caja hecha en una aleación barata, con un movimiento tosco, un modelo que iba en contra de todos los conceptos de la relojería hasta la fecha, no fue recibida precisamente con entusiasmo. Utilizar una caja de un metal barato, no noble, era una idea rompedora, ya que hasta la fecha en toda la ciudad sólo se fabricaban relojes de oro, y que algunos fabricantes consideraron casi una humillación. Y si los fabricantes tenían estos escrúpulos, entre los trabajadores fue casi peor, pues muchos no estaban dispuestos a perder su tiempo ni a “mancharse” las manos montando relojes baratos.

Esto no quiere decir que no se fabricarán relojes con metales que no fueran nobles. Todo lo contrario, se fabricaban a montones, pero eran considerados productos de escasa calidad, fabricados en otras partes, pero no en La Chaux-de-Fonds. El reloj que Roskopf soñaba con crear iba a ser comparado con estos relojes malos desde el principio.

Pese a la hostilidad y escepticismo que había despertado su idea, Roskopf, que tenía un carácter fuerte, aguantó bien las críticas y los comentarios sarcásticos. Era un tiempo en el que el negocio de la relojería florecía por toda la región, hasta el más modesto relojero podía hacer una fortuna, y sin embargo él, pese a toda su meticulosidad, no había sido capaz de triunfar.

Es entre 1865 y 1867 cuando la construcción del mecanismo soñado por Roskopf entra en fase de producción. Su objetivo era construir un reloj que diera la hora de forma precisa, no podía entender que un reloj, por muy humilde que fuera, no cumpliera con su función. Mientras, Roskopf dudaba sobre el nombre que le iba a dar a su nuevo reloj, dudaba entre “reloj para los pobres” o “reloj proletario”.

Para conseguir su objetivo de fabricar un reloj por 20 francos, poco menos de la paga semanal de un obrero no cualificado de la época, y que era unas cuatro veces menos que lo que costaban los de la competencia, Roskopf estaba dispuesto a sacrificarlo todo, excepto la calidad de las partes esenciales. Desde el principio, se buscó a toda costa la reducción del número de partes móviles y la simplificación del sistema de montaje.

Plataforma del escape. Foto de Ulrich Bretscher

Con estos principios en mente, Roskopf escogió el escape de cilindro para su reloj. Aunque más tarde lo cambió por uno de clavijas. El escape (una imagen vale más que mil palabras, ver animación en la que se muestra su funcionamiento) es el mecanismo encargado de convertir el movimiento continuo del muelle espiral del reloj en uno oscilante. Sin él, el muelle se desenrollaría sin control. Sin ser el elemento más importante para la precisión de un reloj, el escape juega un papel crucial en ella.

El escape escogido por Roskopf, el de clavijas, era una versión barata del escape de paleta, que usaban los relojes más caros. Este escape sustituía las paletas de rubí, material muy resistente al desgaste, por unas clavijas de acero, no tan resistentes, pero sí mucho más baratas.

Pero, sin duda, la innovación cuya aplicación resultó clave para el éxito del reloj fue el uso del porte-echappement. La idea era colocar el escape sobre una plataforma independiente del resto de mecanismo del reloj, y que era además intercambiable. El escape se convertía, así, en un componente que se podía fabricar y ajustar de forma separada al resto del tren de ruedas. El montador final, por su parte, se limitaba a atornillar la plataforma a la base del mecanismo del reloj y realizar un único ajuste, lo cual también simplificaba y abarataba su colocación.

Aunque, ni el uso de una plataforma para el mecanismo de escape, ni el escape de clavija eran ideas nuevas. Roskopf sí que tuvo la intuición de que este escape era el que mejor se adaptaba a sus necesidades. Roskopf, además, ideó un método para fabricar este tipo de escape de una manera fácil y usarlo de manera práctica en un reloj de bolsillo.

Otra característica del mecanismo del nuevo reloj era la omisión de la rueda central, el minutero pasaba, así, a engranarse directamente con el barrilete del muelle. Esto permitía emplear muelles más grandes que proporcionaban una mayor fuerza, y a su vez simplificaba todo el mecanismo.

Otra reducción de coste fue la eliminación de un mecanismo de puesta en hora. Las manecillas, que eran suficientemente robustas, se podían mover directamente con el dedo. Los cual simplificaba el mecanismo de cuerda, que, a su vez, era también nuevo. Lo habitual en los relojes de bolsillo de la época era que necesitaran una llave para darles cuerda, pero Roskopf prescindió de la llave y utilizó una corona colgante. Para dar cuerda, bastaba con hacer girar esta corona, situada en la parte superior del reloj. La idea tampoco era propia de Roskopf, pero hasta 1880 la mayoría de relojes siguieron necesitando de una llave para darles cuerda.

Mecanismo de un reloj F-E. Roskopf, idéntico al del reloj diseñado por su abuelo. Original Eugene Buffat.

Por último, Roskopf utilizó para su reloj un muelle sin fin, es decir, un muelle fijado por fricción, al que se le puede dar cuerda indefinidamente sin riesgo a romperlo. Cuando el muelle ha llegado a su máxima tensión, si se continua dando cuerda lo único que se nota es un “saltito”.

La elección de la carcasa acorde con el mecanismo no fue tampoco fácil. Para Roskopf esta tenía que ser suficientemente sólida para que “un hombre pudiera aguantar a un hombre sobre ella sin resentirse”. Las primeras pruebas se hicieron con latón inglés. La parte anterior de la carcasa tenía que ser de cristal y, además, se tenía que poder abrir para poner el reloj en hora, la posterior, no tendría que tener bisagra alguna, de tal manera que nadie tuviera la tentación de abrirla para ver el mecanismo, dándole una oportunidad al polvo para colarse y ensuciarlo.

Roskopf no tardó en comprobar que el latón no era el material que buscaba. El latón plateado se usaba en los relojes baratos, pero él quería un tipo de metal que fuera capaz de mantener su calidad pese al uso. Posteriormente, lo intentó con una aleación de níquel, zinc y cobre, llamada plata alemana.

Al mismo tiempo que Roskopf iba dando los toques finales al diseño de su reloj proletario, empezó a buscar los proveedores para que fabricaran y le suministraran sus piezas. Fue un proceso largo y, como no podía ser de otra manera, marcado por la meticulosidad de Roskopf. No fue fácil encontrar algunos proveedores. En 1866, Roskopf hizo el pedido de dos cajas de ebauches (maquinarias de reloj) a un relojero local y pidió a otro que le fabricara los escapes. Los dos declinaron el pedido, según se cuenta, por la novedad de su reloj.

Al año siguiente tuvo más suerte. Por fin, Roskopf pudo fabricar los primeros relojes, usando mecanismos y cajas de Malleray Watch Co, y otras partes de otros muchos proveedores. Finalmente, a mediados del 1867 parecía que todo estaba listo para empezar con la fabricación del nuevo reloj. Era el momento decisivo y Roskopf estaba angustiado y asustado, ansioso preguntándose que haría él con sus 2.000 relojes que quizás nadie quisiera comprar.

El primer pedido había sido para producir 2.000 relojes. Sin embargo, a finales del primer año, el negocio empezaba a despegar, y ya había pedido 20.000 maquinarias más. Ese mismo año Roskopf envió su reloj a la Exposición Universal de Paris, aunque había otros 152 relojeros suizos, para sorpresa de todos ellos, incluido él mismo, Roskopf ganó la medalla de bronce. Numerosas empresas extranjeras se interesaron por el reloj e hicieron pedidos, sin embargo, eran sólo pedidos de prueba, de pocas unidades, en algunos casos motivados por la curiosidad.

Aunque los relojes Roskopf estaban pensados para el proletariado, este no fue su primer cliente, sino aristócratas y oficiales del ejército. En 1867 contrató a Charles Léon Schmid para vender la producción, 500 o 600 mensuales. Charles tuvo la brillante idea de enseñar el reloj a los ejércitos de varios países europeos y varias compañías de ferrocarril. En seguida, la producción no podía dar abasto con la demanda.

Reloj Roskopf, fabricado con motivo del centenario del nacimiento de G. F. Roskopf. Original Eugene Buffat.

En 1870 Roskopf presentó su segundo diseño, que incorporaba un mecanismo para su puesta en hora. El nuevo reloj era sólo 5 francos más caro. Roskopf además aprovechó para reducir aún más el número de partes y simplificar el ajuste del escape e introducir un nuevo sistema de cuerda. Para entonces, el éxito del reloj de Roskopf era tal, que abundaban los imitadores. Precisamente, con esta nueva mejora Roskopf pretendía no sólo mejorar el producto, sino diferenciarse de ellos.

Cuando Roskopf ideó su reloj, Suiza no contaba con ningún sistema de patentes, no ocurría lo mismo en Francia, donde Roskopf si que patentó su invención, aunque la patente sólo era válida si los relojes se fabricaban en Francia. Los socios locales de Bélgica y Estados Unidos, de acuerdo con Roskopf, también patentaron su sistema de escape intercambiable.

Aunque Roskopf nunca estuvo celoso de sus imitadores. La idea de fabricar buenos relojes a buen precio no era lo que le molestaba, sino que estos no fueran fieles a sus principios y construyeran relojes de una calidad inferior con la única motivación de ganar dinero fácil. Algunos incluso contrataban a sus proveedores y trabajadores para fabricar las imitaciones. Abundaron los relojes con la leyenda “Sistema Roskopf”, “Rosskopf”, “J. Roskopf”, “W. Roskopf”,…

Aunque muchos de estos imitadores, según Roskopf, acabaron haciendo más dinero con su reloj que él mismo, realmente, no dañaron su negocio, ya que él no hubiera sido capaz de atender todos los pedidos. Era un hombre demasiado meticuloso, demasiado metódico, para haber podido llegar a una verdadera fabricación en masa.

A finales del 1869, la fabricación del reloj proletario ya funcionaba a todo ritmo. Roskopf empezó a saborear los frutos de su trabajo. Su éxito hizo que aquellos que antes habían sido incrédulos o incluso hostiles con él, ahora se acercaran a él. Pero fue precisamente entonces, cuando su esposa, que tanto le había apoyado en vida, murió. Su muerte, en febrero de 1872, le afectó de tal manera que al año siguiente, 1873, pasó su negocio a Wille Frères y Ch. Léon Schmid, y se retiró a Berna, donde murió en 1889, a la edad de 76 años.

A su muerte varias compañías se pretendían ser sus auténticas sucesoras. Aunque era Wille Frères y su socio los que tenían los derechos. Entre ellas, la creada por el hijo de Georges Frederic Roskopf, que vendió 20 millones de relojes después de la muerte de su padre bajo la marca F-E.Roskopf. Más tarde el hijo de este, nieto de Roskopf, vendió unos 10 millones, este bajo la marca “Roskopf Nieto”.

PS: Mirando el reloj de mi abuelo, un recuerdo de él y de mi infancia, reparé en la leyenda “ROSKOPF PATENT-LEGITIMO”. Busqué en internet y comprobé que era el reloj de muchos abuelos y que tenía una historia interesante, o por lo menos así me lo pareció a mí, detrás. Aunque no fui capaz de determinar si el reloj era original, tiene más de 40 años y aún funciona.

Enlace permanente a Roskopf, el relojero de los pobres.

+posts:
- El sueño que revolucionó la fabricación de perdigones
- El hombre que se hizo rico exportando hielo a La Habana y Calculta
- Los aeropuertos flotantes del Atlántico
- El Mecanismo de Anticitera, el primer ordenador de la historia
- El carro que apunta hacia el Sur, el antecedente mecánico de la brújula

+info:
- History and Desing of the Roskopf Watch (PDF) by Eugene Buffat
- Roskopf Watches by Ulrich Bretscher
- Georges Frederic Roskopf in en.wikipedia.org
- Todo lo que hay que saber de los relojes Roskopf por Manolo Ramón y Relojano en inforeloj.com

29 comentarios:

Miriam Márquez dijo...

Qué interesante post. Me encanta cuándo se mira al pasado y se descubre que todo es posible. No te parece? Te invito a que le eches un ojo a las peripecias de la primera astronauta mujer que son de no te menees. Me apunto tu blog para seguirte.

Deprisa dijo...

Curiosa historia la de Roskopf, demuestra que no rendirse y luchar firmemente por lo que uno cree acaba dando sus frutos.

La constancia es la clave del éxito.

40 años después sus relojes aún funcionan...¿acaso no demuestra eso que triunfó?

Un saludo.

Pumuky dijo...

La reducción de costes hizo a Roskopf poner el "tiempo" en las manos de los pobres pero como bien dices haciendo relojes de calidad,hoy en día lo de hacer cosas baratas está muy de moda y sino pasaté por "los chínos" pero la calídad dura lo que tardas en quitar el embalaje del producto(si es que tiene).Gran Bovolo un 10 y 10 por esta entrada.Abrazos fuertes.


Pd:Lo de mí admiración por tus trabajos es bien sabído por tí,no es adulación,pero son de lo que mas me gustan en esta nuestra blogosfera,te los curras que es un primor por eso los espero como agua de mayo.

Carlos OC dijo...

Que maravilla de entrada.
Desde mi vocacion ingeniera, me encanta cuando alguien busca simplificar un diseño con el fin de mejorar su calidad.

salu2

Bovolo dijo...

Miriam, muy interesante tu artículo, a seguir así.

Deprisa, la verdad que me ha parecido un personaje interesante, y digno de admiración, por su actitud, su valía y sus valores.

Lo de los 40 años, desde luego que es todo un logro, aunque he leído alguna historia aún más heroica, de alguno de estos relojes!

Bovolo dijo...

Muchas gracias, Pumuky! Ya sabes que hacemos lo que podemos ;-)

Porque en su tiempo no existían los "Todo a 100", que sino creo que Roskopf no hubiera vivido tanto. Cuando hubiera ido al primer "Todo a 100" de su pueblo y hubiera visto un Roskopf en él... Creo que le habría dado un infarto ;-)

Abrazos majete!

Bovolo dijo...

Orayo, desde luego que este hombre hizo un gran trabajo.

Hacer un producto más asequible reduciendo coste, pero sin perder calidad en nada de lo esencial.

Un abrazo!

hibakusha dijo...

Llevo años guardando el reloj de mi abuelo y nunca me había puesto a buscar información sobre él. Un Roskopf ha resultado ser... tiene alrededor de 70 años y sigue funcionando.
Muy interesante. Gracias!

padawan dijo...

esto me recuerda una historia que cuentan muchas veces en mi facultad: la de esos chiflados que quisieron construir ordenadores para que pudieran usarlos la gente de a pie!!!

Ramón dijo...

Muy bonita y muy bien contada la historia del amigo Roskopf.
Muchas gracias por el rato tan agradable que he pasado leyendo.

Staros dijo...

Motivadora historia esta de del relojero Roskopf. El tuvo una idea y no paro hasta hacerla realidad y no fue para hacerse rico sino para poner un reloj al alcance de cada hombre.

Genial la entrada, como siempre

Bovolo dijo...

Ramón, bienvenido!

Veo, por tu blog, que eres un aficionado al tema de los relojes ;-), así que aún sabe mejor tu cometnario ;-)

Staros, sólo por la idea del reloj ya creo que Roskopf sería una persona interesante, pero aún me lo pareció más al saber cual fue su motivación.

Saludos!

Bovolo dijo...

Bienvenido, hibakusha, reloj de tu abuelo es más antiguo que el del mio.

Yo hacía tiempo que quería buscar info, pensé que sería una marca desconocida en su momento, pero, mira, ha resultado tener solera detrás.

Pero veo que funciona igual de bien ;-)

Un saludo!

Bovolo dijo...

Padawan,

Espero que no llegue nunca ese día, que seguro que hay alguien que inventa algún tipo de diario, en que unos cuentan su vida, otros historias rara... y todos lo leen con esos ordenadores de la gente de a pie ;-)

Quita, quita!

Jeshua_Morbus dijo...

Los Casio del XIX (se dirá lo que se quiera de los Casio pero son los sucesores digitales de estos relojes baratos: Resistentes, duraderos, lo suficientemente precisos (NdD: Y que causan reacciones alérgicas ante la gente susceptible al plástico XD)).

Cuando una cosa es práctica, reducir los costes pueden convertirlo en un objeto diario más (sólo hay que ver cuándo comenzó a despegar de verdad: Cuando lo pilló el ejército, gente pragmática que aprcia la practicidad por encima de todo lo demás).

Interesante artículo ^_^

Admin dijo...

En segundamano.es venden uno igual que el tuyo por 180€, te dejo el link para que veas la descripción del vendedor que parece decir que sí que es completamente genuíno, igual lo fabricó el hijo o el nieto no?

http://www.segundamano.es/madrid/antiguo-reloj-roskopf-patent/a15682496/?ca=28_s

Mannelig dijo...

Hijo de una época en la que apreciamos la practicidad de las cosas, qué es lo que hacen por nosotros, sin detenernos a indagar cómo funcionan por dentro, me he entretenido bastante con el artículo de hoy, además de aprender. Un saludo.

Eulogio Diéguez Pérez (Logio) dijo...

Pedazo de entrada.

Bovolo dijo...

Jeshua,

Estoy de acuerdo con lo de los Casio del XIX, los Casio han durado y duraban mucho. Hasta hace poco, un amigo mio aún llevaba uno de los de calculadora.... Un invento mítico ;-)

Creo que el problema más habitual de los Casio, o por lo menos a mí me paso, es que la correa, de goma, siempre que acaba rompiendo. Aunque la "maquinaría" parecía eterna.

Geko, muchas gracias por el enlace. Al menos por fuera, parecen idénticos. Aunque esa parece estar más nuevo. Así que, sí tal como afirma el vendedor ese es original, el de mi abuelo también.

Debería ser de los que le compraron la marca o a los que se la vendieran estos. En principio, el hijo usaba F-E. Roskopf y el nieto, según el idioma, pero en castellano, "Roskopf Nieto".

Mannelig, me alegro que te hayas entretenido, yo la verdad me había limitado alguna vez a abrir algún despertador, de aquellos de cuerda, pero poco más. Creo que con la entrada también he aprendido alguna cosa ;-)

Logio, muchas gracias, hacemos lo que podemos ;-)

Saludos a todos!

Vida Dospuntocero dijo...

Una gran entrada y una historia interesante la de Roskopf. Gracias por entretenerme un rato mientras estoy en la oficina ;)

Bovolo dijo...

Gracias, vida2.0, como digo siempre, mientras sólo te haga perder tiempo en la oficina, no pasa nada ;-)

Alb dijo...

Excelente entrada, pero tiene un pequeño error.

" Un reloj que costara sólo 20 francos suizos, pero que fuera capaz de indicar la hora exacta."

Precisión y exactitud no son sinónimos.

Un buen reloj no es el que es exacto, si no el que es preciso. Es decir,que funciona de manera constante,sin atrasar ni adelantar.

Como es bien sabido, hasta un reloj roto es capaz de marcar la hora exacta.

Ariel dijo...

Suena bastante parecido a lo que hicieron los japoneses en los 70 y 80, los suizos deliraban (y aun lo hacen), con al calidad y los precios de sus relojes, mientras todos tenemos un mecanismo miyota (citizen) en nuestras muñecas, Roskopff fue un pionero

Bovolo dijo...

Ariel, supongo que te refieres a la Quartz Crisis, ¿no?

En ambos casos, se cumple lo de "lo bueno, si barato, dos veces bueno". Adaptando un poquito el refrán ;-)

Un día quería dedicarle una capítulo a esa "crisis". Que me parece un capítulo curioso e interesante.

Bienvenido!

relojano dijo...

Excelente artículo.
El reloj de su abuelo parece mas moderno que los habituales Tipo Roskopf, probablemnte sea de c1940 en un estado excelente y con esa importante carga emocional que lo hace único.
Felicidades por el artículo y por el reloj.

Bovolo dijo...

Muchas gracias, Relojano.

Pues no he podido averiguar cuando se compró mi abuelo el reloj. Él, lamentablemente, ya no está con nosotros. Pero hablando con mi madre, podría ser del 1965, años arriba, años abajo.

Aunque no lo puedo asegurar. Podría ser más antiguo.

Un saludo y bienvenido!

josemartR dijo...

Tengo un Roskopf patent legitimo, idéntico al de su abuelo, tan idéntico que le describo el revés: .
Fue de mi padre, c1940 lo debió de comprar. sigue funcionando.
José Martín Roldán

Bovolo dijo...

Me alegro José Martín.

Sin duda un reloj hecho para durar, cosa que parece difícil de creer en este mundo de móviles que apenas duran unos años ;-)

Un saludo y a conservarlo ;-)

Anónimo dijo...

Donde esta la fecha del reloj .por favor si alguien me lo puede decir