miércoles, 23 de diciembre de 2009

Las nubes mammatus y la de la Gloria de la Mañana

Esta mañana estaba aún pensando a que dedicar el post que me sirviera de “excusa” para felicitaros las Fiestas, cuando he visto el post de Suso sobre las espectaculares nubes mammatus, y me he dicho: ¿Qué mejor manera de felicitar estas nubladas Navidades que un re-post sobre nubes?

Nubes mammatus

Después, leyendo el interesantísimo descubrimiento de Suso, me he recordado de otra nube especial, la que nos descubría eLzO, otro amigo de la casa, hace unos meses: la Nube de la Gloria de la Mañana. Aunque más previsible que las mammatus, hay que irse bastante lejos para verla, Australia.

Morning Glory Cloud

¡Feliz Navidad a todos! Ah, y para los que tengáis solecito… pues aún más ;-)
Muchas gracias a eLzO y Suso por sendos descubrimientos

PS: ¿Alguien ha visto en directo alguno de los dos fenómenos?

No os perdáis:
- Las nubes mammatus en Coscorrón de Razón
- La nube gigante en Meridianos
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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Las tormentas de arena que arrasaron las Grandes Llanuras durante casi una década

En 1931 la lluvia paró y comenzaron las “ventiscas negras”. Potentes tormentas de polvo que arrastraban millones de toneladas de polvo negro que convertían el día en noche en las llanuras del sur de Estados Unidos. La parte superficial del suelo, que estaba seca, era levantada y arrastrada por el viento en cuestión de minutos. Las nubes eran tan densas que, en ocasiones, los gallos se iban a dormir durante el día, pensándose que era de noche. Era sólo el comienzo de la “Dust Bowl” (cuenca de polvo), los “sucios años 30”.

“Dust Storm”, Artist Herschel (1938), original

Los primeros europeos en llegar a las Grandes Llanuras creyeron que no eran apropiadas para la agricultura al estilo europeo, por lo que la región recibió el nombre del Gran Desierto Americano. Más tarde, la relativa falta de agua y de madera hizo que la región resultara menos atractiva que otras a ojos de los pioneros, que prefirieron pasar de largo en su camino hacia el Oeste. Sin embargo, al finalizar la Guerra Civil Americana (1861-1865), y pese a la pobre reputación de la zona, el número de asentamientos comenzó a crecer animado por la Homestead Act, una ley que concedía tierras a todos aquellos que estuvieran dispuestos a cultivarlas.

Esta expansión coincidiría con un período inusualmente húmedo en la región que convenció a gobierno, a colonos y a expertos de que el clima de la región había cambiado para bien y para siempre. La teoría de que “la lluvia seguía el arado”, que afirmaba que el asentamiento humano y el cultivo de la tierra hacían incrementar las precipitaciones, parecía confirmarse.

Sin embargo, la llegada a partir de 1886 de una serie de duros inviernos marcó el fin de esta bonanza. Hasta entonces, los colonos se habían dedicado principalmente a la ganadería, mientras que la agricultura había sido mucho más minoritaria. Pero la sobreexplotación de los pastos y una breve sequía en 1890 propiciaron una expansión de las tierras de cultivo.

La inmigración volvió a crecer a comienzos del siglo XX coincidiendo con otro período húmedo. Tal vez, la teoría de que “la lluvia seguía el arado”, después de todo, sí que era cierta. Los avances técnicos incrementaron el nivel de automatización de las explotaciones lo que permitió el cultivo a una escala mucho mayor que las de antes. Asimismo, la Primera Guerra Mundial había incrementado la demanda y el precio de los productos agrícolas hasta máximos históricos, lo que animó a los granjeros a convertir más tierras en tierras de cultivo. En algunas zonas, la extensión de tierras cultivadas se dobló entre 1900 y 1920, para volverse a triplicar entre 1925 y 1930.

“Black Sunday” en Spearman, Texas

Desafortunadamente, esta expansión, que había convertido las antiguas praderas en campos de cultivos, se había llevado a cabo empleando técnicas que los agricultores habían traído de sus lugares de origen, pero que no eran adecuadas para las semiáridas llanuras. Se trataba de técnicas que favorecían la erosión del suelo, como la de dejar los campos de algodón “desnudos”, sin protección, durante los meses de invierno, que es cuando los vientos soplaban con más fuerza.

Sin embargo, los efectos del peligroso incremento de la exposición a la erosión del suelo se hicieron evidentes cuando las lluvias “desaparecieron y la tierra se secó. La sequía había comenzado en 1930 en los estados del este de Estados Unidos, pero fue al año siguiente cuando comenzó a dirigirse hacia el oeste. Con la llegada de la sequía llegaron también las “ventiscas negras”, las grandes tormentas de cegador y punzante polvo negro. En 1932, ya se registraron 14. Al año siguiente, 38. Pero fue en 1934 cuando la frecuencia de las tormentas alcanzó niveles alarmantes, afectando a más del 75% del país.

La del 1934 fue la peor sequía de la historia de los Estados Unidos. Aunque la sequía sola no hubiera podido causar la devastación que vendría. Sus efectos se vieron multiplicados por el mal uso que se había dado al suelo. La capa de pasto, que había cubierto las praderas desde hacía siglos, dando consistencia al suelo y manteniendo su humedad, había sido eliminada. En unos casos reemplazada por grandes extensiones de interminables surcos rectilíneos y en otros, simplemente, desaparecido por la sobreexplotación ganadera.

A causa de la sequía, las cosechas se echaron a perder y la tierra suelta de los campos arados quedó expuesta a la fuerza de los vientos sin ningún tipo de protección. Así que cuando el viento sopló, el suelo, convertido en polvo, “voló con él, formando nubes que, a su vez, hacían aún más difícil que volviera a llover.

Un granjero con sus dos hijos durante una tormenta en Oklahoma (1936). Foto original

La sequía afectó a diferentes estados en diferentes períodos y olas, pero su efecto fue mayor en la parte sur de las Grandes Llanuras. En Texas, Oklahoma, Kansas, Colorado y Nuevo México la sequía convirtió cuarenta millones de hectáreas en terreno baldío. Además, sus efectos se vieron agravados porque la situación económica de la zona ya no era la de años antes. A principios de la década, la Gran Depresión había hecho que muchos agricultores entraran en pérdidas. Para intentar compensarlas, estos comenzaron a cultivar más tierras, pero el aumento de producción provocó que los precios bajaran, lo que volvió a obligar a los agricultores a incrementar la producción para poder hacer frente a los prestamos de su maquinaría y su tierra.

En otoño del 1934, el pienso para ganado empezaba a escasear y el gobierno comenzó a comprar miles de reses a los ganaderos para sacrificarlas. Aunque no era fácil desprenderse de sus rebaños, de su modo de vida, el sacrificio de los animales ayudó a muchos a evitar la bancarrota. De todos los programas que puso en práctica el gobierno, este fue el que más ayudó a los granjeros.

Con el paso del tiempo, la situación, lejos de mejorar, empeoraba. Durante los meses de marzo y abril de 1935, una tormenta era seguida por otra, en una rápida sucesión casi sin pausa que parecía no terminar. Pero la del 14 de abril fue la peor. Ese día, sin embargo, amaneció claro en las Grandes Llanuras, las tormentas parecía que, por fin, daban un respiro después de varias semanas. Y la gente decidió aprovechar un día así. Era domingo y algunos decidieron pasar el día fuera, acudir a la iglesia o simplemente dedicarse a sus faenas.

Era un día templado y agradable hasta que a media tarde la situación cambió, la temperatura cayó en picado y los pájaros comenzaron a piar y volar de forma nerviosa. Entonces, de repente, una enorme nube negra apareció en el horizonte aproximándose a gran velocidad. La tormenta pilló a todos por sorpresa. Algunos consiguieron llegar hasta sus casas. Otros, sin embargo, no tuvieron tanta suerte y la escasa visibilidad hizo que tuvieran que detenerse y buscar refugio por el camino.

Tormenta de polvo en Stratford, Texas. 18 de abril de 1935. Foto original

Tormenta de polvo, que duró casi 3 horas, en Prowers County. Foto original

Los daños causados por la polvareda y los vientos, de hasta 100 km/h, fueron enormes y costó meses calcular las pérdidas que provocó. El 14 de abril de 1935 pasaría a ser conocido como “Black Sunday”.

A causa de las tormentas, el polvo acababa en todos los sitios: en la comida, en el agua, en las casas, incluso en los pulmones de animales y personas, que comenzaron a morir de sofoco y de “neumonía de polvo”. Algunos animales muertos tenían el estomago recubierto por una capa de polvo de varios centímetros de grosor. La gente llegaba a toser “terrones” de polvo.

Los desesperados granjeros intentaban impedir que el polvo entrara en sus casas colocando sábanas húmedas en ventanas y puertas, o sellando con cintas de goma y arrapos los marcos. Pero era imposible, el polvo se colaba por cualquier grieta o rendija y había que sacarlo a cubos de las casas. Aunque fuera era aún peor. Las puertas exteriores se bloqueaban por la cantidad de polvo que se acumulaba delante de ellas. La gente tenía que salir por las ventanas y retirar la tierra con palas de las puertas. El polvo lo cubría todo.

Durante un tiempo, los granjeros seguían arando y sembrando, esperanzados de que las lluvias volverían tarde o temprano, pero con el paso de los años las esperanzas se fueron desvaneciendo y comenzó un éxodo masivo desde las llanuras, la mayor migración de la historia de los Estados Unidos.

Familias cargadas con sus pertenencias huían en sus coches hacia los estados de la costa oeste, huyendo del polvo y del desierto. Otras, que se hubieran quedado, se vieron forzadas a irse al perder sus tierras por no poder pagar sus préstamos. Pese a que 3 de cada 4 granjeros se quedaron en las llanuras, en 1940, ya eran dos millones y medio los que habían huido hacia los estados del Pacífico.

Maquinaría enterrada en el polvo. Dakota del Sur (1936)

No obstante, en los estados a los que llegaron (California, Washington y Oregon) los “okies” , como se llamaba a estos emigrantes (a veces con connotaciones peyorativas), ya había mucha gente sin empleo y no fueron muy bien recibidos. Los habitantes de estos estados veían como una amenaza para su ya, en mucho casos, precaria situación la llegada de estos desesperados dispuestos a trabajar a cualquier precio. Sin embargo, los que más se vieron afectados en la zonas rurales fueron los emigrantes mexicanos, de los que unos 120.000 fueron repatriados durante de la década de 1930.

Las granjas de California eran mucho más modernas que las que los “okies” habían dejado atrás y en muchos casos eran propiedad de empresas. Aparte de que el grado de mecanización de estas granjas era mucho mayor, los cultivos tampoco eran los que ellos conocían. En vez de campos de trigo, en sitios como California, predominaban los campos de frutales, nogales y huertas. Ante la imposibilidad de optar a otro tipo de trabajo los “okies” que decidieron quedarse en el campo acabaron ocupando los trabajos que antes hacían los mexicanos. A cambio de una cantidad que iba de entre los 75 centavos al dólar y cuarto al día, recogían fruta y algodón.

Con ese miserable sueldo tenían que pagar 25 centavos por el alquiler de una choza sin agua corriente ni suelo, y, en grandes explotaciones, además, eran obligados a comprar la comida en las tiendas del propio rancho a precios más altos de lo habitual.

Los emigrantes desesperados sin trabajo se amontonaban en improvisados campamentos en los laterales de las carreteras. Los vecinos presionaban a los sheriffs para que los echaran y, en ocasiones, quemaban sus chabolas. Para aliviar la situación, la administración Roosevelt construyó 13 campamentos de tiendas sobre plataformas de madera con capacidad para 300 familias cada uno.

Otros emigrantes que llegaron a California, al ver como estaba el campo, prefirieron dirigirse a las grandes ciudades, donde se asentaron en poblados de chabolas conocidos como “Little Oklahomas”. Eran poblados construidos en solares que habían sido divididos en pequeñas parcelas y que los terratenientes locales vendían por 5 dólares a los recién llegados. En estos campamentos, se sobrevivía sin electricidad, agua corriente o alcantarillado. Las condiciones sanitarias eran del todo precarias, por lo que eran habituales los estallidos de tifus, malaria, viruela o tuberculosis provocados por el agua contaminada o la basura.


Dust Bowl Storms 1930 in youtube.com

En 1936, la situación seguía siendo grave, pero se dieron los primeros pasos para solucionar el problema de la erosión. Hugh Bennett, un experto en agricultura, propuso un innovador plan con nuevas técnicas para intentar preservar el suelo. Entre las nuevas técnicas figuraba la rotación de cultivos, arar siguiendo las curvas de relieve del terreno o alternar los campos de diferentes tipos de cultivo. No obstante, muchos de los granjeros se mostraron reacios a adoptar estas técnicas hasta que el Congreso acordó incentivarlos económicamente por ello (1 dólar por 0.4 hectáreas).

Al año siguiente, 1937, el presidente Roosevelt ordenó la plantación de cinturones” de árboles para proteger el suelo de la erosión provocada por el viento . Los árboles se plantaban a lo largo de las vallas que separaban las propiedades o entre los campos formando “windbreaks” (“rompevientos”). El plan se prolongaría varios años y en 1942 ya se habían plantado unos 220 millones de árboles.

En 1938 ya se veían los primeros efectos positivos de todas estas políticas, la pérdida de suelo se había reducido un 65%, pero la sequía continuaba.

La solución final vendría del cielo, en otoño de 1939 comenzó a llover. La llegada de las primeras lluvias fue un acontecimiento único, que los que vivieron los años polvorientos aún recuerdan. Con la vuelta de la lluvia, volvió la vida a las Grandes Llanuras y el color dorado de las cosechas volvió a invadirlo todo. Se acabaron así casi diez años se sequía y de polvo.

PS: La mayoría de la tierra que el viento se llevó acabó en el Océano Atlántico.
PS(i): Para hacerse una idea de cómo eran las tormentas de arena en color: impresionantes fotos de la tormenta de arena que este mes de setiembre llegó a Australia. Una tormenta de 500km de ancho por 1.000 de largo y que llegó hasta Sydney.

Enlace permanente a Las tormentas de arena que arrasaron las Grandes Llanuras durante casi una década

+posts:
- La burbuja de las carreteras de Madera
- La Gran Hambruna del 1315-1317, la más terrible de la Edad Media
- Pequeña Edad del Hielo, el Segundo cambio climático medieval
- La desaparición de los vikingos de Groenlandia

+info:
- Dust Bowl en es.wikipedia.org in en.wikipedia.org
- Drought in the Dust Bowl Years in US National Drought Mitigation Center
- Surviving the Dust Bowl in PBS.org
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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Jill Price, la mujer que no puede olvidar

Jill Price, una mujer de Los Angeles nacida en 1965, sorprendió a científicos y a público en general en 2006 cuando se dio a conocer su caso en la revista Neuroscience. Jill poseía una memoria autobiográfica extraordinaria que le permitía recordar cada uno de los días de su vida desde que tenía 14 años de edad. Aparentemente, el cerebro de Jill funcionaba de una manera totalmente diferente a lo conocido.

Jill Price en su casa. Foto original Wired

Todo comenzó un día de junio del 2000, cuando Jill estaba buscando en internet información sobre otras personas que les sucediera lo mismo que a ella y fue a parar a la página web de James McGaugh, un experto en neurociencia, especializado en aprendizaje y memoria. Jill decidió enviarle un email explicándole su caso y, sorprendentemente, en sólo 90 minutos McGaugh le había respondido diciéndole que estaba interesado en conocerla en persona y saber más de su caso.

Aunque era bastante escéptico en un principio, McGaugh no tardó en convencerse que la habilidad de Jill no era normal y era auténtica. En febrero de 2006, después de cinco años entrevistándose con Jill, McGaugh y su equipo publicaron el artículo en la revista especializada Neurocase sobre el caso, la identidad de Jill se escondía tras las iniciales “AJ”. Los investigadores se referían a su síndrome como “hipertimesia”, del griego “hyper”, “superior a lo normal”, y “thymesia”, “memoria”.

A los pocos días, la historia saltó a los periódicos nacionales y de allí a la televisión. Jill fue entrevistada en la cadena NPR y, más tarde, un editor logró averiguar su nombre y localizarla para cerrar un acuerdo para publicar un libro en el que Jill contaría su propia historia, con su verdadero nombre. A partir de ahí, Jill se convirtió en un fenómeno mediático, apareciendo en los programas más importantes de la televisión norteamericana.

En sus conversaciones con McGaugh, Jill afirmó que el recuerdo más temprano que conserva es de ella misma estando en la cuna, con una edad de entre 18 y 24 meses, despertándose asustada por los ladridos del perro de su tío. Jill era capaz, también, de recordar el nacimiento de su hermano, cuando ella tenía 3 años y 9 meses de edad.

Un día en el diario de Jill. Foto original Wired

Sin embargo, su memoria con esa edad parece ser que era normal. Fue a la edad de 8 años, con la mudanza de su familia a Los Angeles, cuando comenzó a notar cambios. La propia Jill reconoce que esta mudanza le supuso un trauma y sin quererlo comenzó a obsesionarse por la vida que dejaba atrás. Comenzó a hacer listas de amigos y a pasar mucho tiempo mirando fotos de su antigua casa, pensando en el pasado. Los expertos creen posible que un trauma así pudiera haber provocado cambios permanentes en el cerebro de una niña, como el de Jill.

Jill sostiene que es a partir de la mudanza cuando sus recuerdos comienzan a ser más claros. Jill recuerda que un día con 12 años, mientras estudiaba con su madre, se dio cuenta que podía recordar muy vivamente los detalles del curso anterior y algunas fechas exactas. Aunque es cierto que Jill puede recordar muchos días del período de su vida que va desde entre los 8 a los 13 años de edad, no puede recordar cada uno de ellos, y además tiene que hacer un esfuerzo para que estos recuerdos surjan. Es a partir del 1980, a partir de los 14 años de edad, que sus recuerdos comienzan a ser “automáticos.

La memoria de Jill comienza a ser extraordinaria y capaz de recordar con gran precisión su propia vida, aunque se comporta como la media con el resto de asuntos. Así por ejemplo, en la escuela no destacó especialmente y tenía las mismas dificultades que los demás a la hora de memorizar fechas en historia, aprender aritmética o recordar palabras nuevas en un idioma extranjero. Sin embargo, todavía hoy en día es capaz de recordar cada uno de sus profesores desde la guardería.

A los 10 años, Jill comenzó a escribir un diario. Según los expertos, este es un buen método para recordar más de cada día, no sólo porque crea un registro tangible sino porque obliga a reflexionar. Sin embargo, en el caso de Jill, el diario se convirtió en una obsesión por “anotar las cosas” porque si no se mantendrían en su cabeza. Jill mantendría el hábito hasta cumplir los 34 (50.000 páginas en total) aunque rara vez revisaba lo que había escrito.

Jill describe sus propios recuerdos como escenas de películas familiares de cada uno de los días de su vida, viéndose constantemente en su cabeza. Puede estar hablando con alguien y al mismo tiempo estar viendo cualquier escena de su pasado. Sería como mirar una televisión con la pantalla partida en la que se pueden ver dos canales diferentes a la vez. En uno de los lados, el presente; en el otro, su pasado, su memoria saltando de un momento a otro, hacia atrás y hacia delante, de manera incontrolada.

Una de las colecciones de Jill. Foto original de Jill Price

Jill dice no poder detener su propia memoria, sino que esta funciona de manera descontrolada y automática. Tampoco sabe qué será lo próximo que recordará. Los recuerdos simplemente aparecen en su cabeza, algunas veces cuando alguien menciona una fecha o un nombre, o simplemente al oír una canción en la radio. No importa si Jill quiere recordar ese día o no, su mente revive ese instante viéndolo “tal como lo veía ese día”, y rápidamente salta a otro y de ahí al siguiente.

Sin embargo, no siempre es así, otras veces es Jill la que provoca todo este proceso ya que también puede recordar a voluntad, de hecho, reconoce que solía pasar mucho tiempo pensando en fechas, “viendo” los días.

A priori, puede parecer que poseer una memoria como la de Jill es un regalo. De hecho, la propia Jill reconoce que muchos de sus recuerdos le proporcionan ánimos y seguridad, pero en otros casos sucede todo lo contrario. Jill recuerda todos los errores, todas las decisiones equivocadas y todas y cada una de las situaciones embarazosas y desagradables de su vida. Es por esto, que lejos de considerar su habilidad una bendición, Jill la considera una maldición a la que de muchos años de depresión por sus recuerdos.

Jill recuerda como su situación personal se veía agravada por la incomprensión de los demás, a los que le resultaba imposible hacer entender lo que sucedía en su cabeza. Cuando Jill explicaba a sus padres como los recuerdos la “asaltaban”, no le entendían. Su madre se limitaba a decirle que no le diera tantas vueltas a las cosas. Aunque no es de extrañar, ya que ni ella misma entendía del todo lo que le pasaba y ante la imposibilidad de hacerlo entender a los demás comenzó guardárselo para sí misma.

Aunque todo cambió a raíz de dar con McGaugh. Este investigador y su equipo la ayudaron a ver su propia vida de otra manera y entender el papel tan poderoso que juega la memoria en la vida de las personas y en construir la propia percepción que tenemos de nosotros mismos. La gente “normal” construye su propia biografía mediante una selección de recuerdos, pero, también, de olvidos. Un proceso que continuamente va evolucionando como lo hace la imagen que tenemos de nosotros mismos. Jill, sin embargo, no puede hacer lo mismo, dentro de ella están todos los “yos” de cada uno de sus días, como si fuera una muñeca rusa.

Brad Williams, recuerda cada uno de los detalles de estas vacaciones familiares de 1964, tenía 7 años. Foto original CNN

Han pasado los años, pero los científicos todavía no han encontrado una explicación definitiva para la sorprendente memoria de Jill. Los escáneres cerebrales parecen indicar que algunas partes de su cerebro son de tres veces más grandes de lo habitual. Estas áreas son el núcleo caudato y una parte del lóbulo temporal encargada del almacenamiento de hechos, fechas y eventos. Según los investigadores, estas dos áreas podrían estar trabajando juntas, en el cerebro de Jill, de una manera desconocida hasta la fecha, habiendo convertido en automático hacer de cada detalle del día un recuerdo.

Estas dos áreas, además, están relacionadas con los trastornos obsesivo-compulsivos. De hecho, su cerebro tiene un cierto parecido con el de las personas que sufren este trastorno. Según McGaugh, coleccionar y acumular cosas son dos de los síntomas más claros de este tipo de trastorno y no cree que sea una mera coincidencia la afición por el coleccionismo de cosas y el de recuerdos que presenta Jill.

Sin embargo, no se han encontrado diferencias en otra área del cerebro esencial para el aprendizaje y la memoria autobiográfica: el hipocampo. Sin el hipocampo no se podría hacer pasar los recuerdos de la memoria a corto plazo a la de largo. Una de las funciones del sueño, durante el cual el hipocampo vuelve a revivir la actividad diaria, es precisamente mejorar esta consolidación de información.

Otra de las teorías que han intentado explicar la extraordinaria memoria autobiográfica de Jill sostiene que Jill podría ser mucho mejor que la media manteniendo recuerdos, pero que también sería mucho peor que los demás bloqueando su recuperación.

Nos hemos obsesionado tanto con la memoria que hemos demonizado el olvido” , afirma Gayatri Devi, un psiquiatra de Nueva York experto en memoria. “Pero si no olvidáramos, recordaríamos todo tipo de información de nuestra vida y nos ahogaríamos en un mar de ineficiencia”.

Los recuerdos de un acontecimiento singular son, en general, fáciles de recordar, al ser guardados en la memoria de larga duración con conexiones a muchos otros. Sin embargo, ¿Qué pasó durante ese número incontable de días, noches, reuniones, trabajo, viajes en autobús y muchos otros ratos perdidos? Simplemente que no crearon en nosotros una impresión lo suficientemente duradera o simplemente fueron sobrescritos en nuestro cerebro por otras experiencias similares de manera que es difícil recuperarlos.


Entrevista con Jill Price en la abc en youtube.com

En cierta manera, los recuerdos de cosas mundanas o eventos recurrentes compiten entre sí por ser recordados, según los científicos el cerebro parece estar programado para olvidar todo aquello que no parece importante. Los recuerdos tienden a superponerse, combinarse y desaparecer, por razones que aún se desconocen. Sin contar con que la memoria humana no es perfecta y está sujeta a la contaminación y la distorsión.

La aparición del caso de Jill en la publicación científica Neurocase propició que surgieran más personas que supuestamente poseían la misma habilidad. Aunque la hipertimesia sigue siendo un síndrome extremadamente poco común. Hasta la fecha, sólo se han podido confirmar científicamente otros tres casos. Aparte del de Jill, todos ellos en Estados Unidos: Brad Williams, de Wisconsin y al que algunos han llamado el Google humano; Rick Baron, de Cleveland y un tercer caso, todavía anónimo en el sur de California.

Al contrario que Jill, estos tres hombres son zurdos y su memoria no les supone ningún tipo de tormento. Aunque, igual que ella, sí que presentan la misma tendencia compulsiva a coleccionar cosas, tales como guías de televisión, películas viejas o similares.

Enlace permanente a Jill Price, la mujer que no puede olvidar

PS: Gracias a mi amiga Arbocenk por recordar este tema y sugerírmelo.
PS(ii): Coincidiendo con la preparación del post, la semana pasada, a través de fogonazos, me enteré de otro cerebro sorprendente, el de Henry Molaison, una persona cuyos recuerdos sólo duraban 20 segundos.

+posts:
- Bouba-kiki, el nombre de las cosas
- Folie à deux, cuando la locura es cosa de dos
- Una vida contada
- El hombre que dejó de ser Phineas Gage
- Little Albert, el niño cobaya

+info:
- Blessed and Cursed by an Extraordinary Memory in npr
- Total Recall: The woman who can’t forget in Wired.com
- Hyperthymesia in en.wikipedia.org
- The woman who can remember everything in Telegraph.co.uk
- A Case of Unusual Autobiographical Remembering (PDF) by Elizabeth S. Parket et al.
- You Must Remember This: Forgetting Has Its Benefits in WSJ.com
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