lunes, 7 de mayo de 2012

La torre de cápsulas Nakagin, el edificio del futuro que el presente quiere derribar

A finales de los años 50, un grupo de jóvenes arquitectos japoneses se mostraba convencido que las ciudades del futuro estarían compuestas por estructuras “vivas, estructuras grandiosas pero capaces de evolucionar y adaptarse a las necesidades cambiantes de la ciudad y de sus ocupantes. Los edificios fijos y estáticos habían quedado obsoletos. Nació de esta manera el “Metabolismo”, un movimiento arquitectónico del que la Torre Nakagin sería una de sus más conocidas y sorprendentes obras. Un edificio que tenía que tener una vida útil de más de 200 años, pero que, apenas 40 años después, sus ocupantes desean derribar.

Vista exterior | ArchDaily

Según Kisho Kurokawa, autor de la Torre Nakagin y uno de los fundadores del Metabolismo, la impermanencia llevaba marcando el aspecto de las ciudades de Japón desde hacía muchos siglos. Durante la Segunda Guerra Mundial la mayoría de ellas, a excepción de Kioto y Kanazawa, habían sido arrasadas. Pero no había sido la primera vez que esto sucedía. Anteriormente, durante los siglos XV y XVI, en la época de los Reinos Combatientes, muchas otras, Tokio y Kioto incluidas, habían sido destruidas. Pero no habían sido siempre las guerras las que estaban detrás de toda esta destrucción. Otras veces habían sido los tifones, tsunamis, terremotos y erupciones volcanes los causantes de la destrucción.

Esta “incertidumbre sobre su existencia”, esta “suspicacia de lo eterno” que Kurokawa observaba, fue una de sus aportaciones al movimiento metabolista. El propio arquitecto se centraría en la construcción edificios desprendibles, permutables y adaptables, como tendría que haber sido el caso de la Torre Nakagin.

Como si de un ser vivo se tratara, la torre estaba compuesta por 140 células prefabricadas, distribuidas en dos torres interconectadas de 13 y 11 plantas. Las cápsulas tenían una superficie muy pequeña, de 2.3 metros por 3.8 metros y 2.1 metros de altura. Su estructura era de acero ligero y su exterior estaba recubierto por placas galvanizadas del mismo material. Para protegerlas de la corrosión, se recubría su exterior con una pintura especial y, para darlas un mejor aspecto, se aplicaba una capa de un espray brillante.

Diferentes etapas de las tareas de colocación de las cápsulas | moreAEdesign

Kurokawa creía que en el futuro las personas adoptarían una forma de vida más nómada, viviendo en diferentes lugares durante sus vidas. Su torre encajaba a la perfección con esa visión y no dejaba de ser un lugar de paso, para los hombres de negocios solteros que pasaban la semana laboral en Tokio. Pudiendo usar sus cápsulas como apartamento ultra-compacto o como un pequeño estudio.

Las celdas estaban sujetas a la estructura central del edificio de hormigón únicamente mediante 4 pernos de alta resistencia, de manera que fueran fácilmente reemplazables en el futuro o, si se deseaba, se pudieran distribuir de manera diferente permitiendo la formación de apartamentos más grandes, más adecuados para familias. Todo esto, de manera independiente, es decir, se pretendía que fuera posible substituir cualquiera de las cápsulas sin necesidad de desmontar el resto.

El ensamblaje de las cápsulas se realizaba en una fábrica, de manera que ya llegaban acabadas a la obra. Sólo hacía falta colocarlas en su posición final y realizar las conexiones necesarias con las instalaciones del edificio.

Ensamblaje y soldadura de una de las cápsulas | moreAEdesign

El objetivo de Kurokawa era aprovechar al máximo el espacio mínimo de cada cápsula, de manera que, a pesar de su reducidísimo tamaño, sus ocupantes dispusieran de un espacio vital y privado en el que pudieran llevar a cabo su vida diaria. Los electrodomésticos (una nevera, una pequeña cocina, un televisor y un grabador-reproductor de cintas de audio) estaban empotrados en una de las paredes. El baño era muy similar a los de los aviones. En el extremo exterior sobre la cama, una ventana circular, que le daba un cierto toque “voyeur” a la celda. De hecho, en las plantas inferiores, las situadas al mismo nivel que la autopista que pasa junto a la torre, el desproporcionado tamaño de la ventana expone a sus ocupantes a los ojos de los conductores que pasan o quedan atascados en ella.

El edificio fue acabado en 1972 y Kurokawa esperaba que cada 25 años se substituyeran todas las cápsulas, dando así una vida útil al edificio de unos 200 años. Sin embargo, este futuro que Kurokawa imaginó no ha llegado nunca. Las cápsulas no han sido renovadas. Los motivos son muchos, pero no ayuda que sólo sea posible desmontarlas desde arriba, no desde abajo, desde donde hubiera sido mucho más fácil y económico hacerlo. Tampoco se ha llevado a cabo un mantenimiento adecuado del edificio, que se encuentra en un estado de conservación no demasiado bueno y el agua se filtra por los pasillos, impregnando de humedad todo el edificio.

Distribución de la torre | moreAEdesign

Además, ni tan siquiera sus ocupantes responden al perfil para el que Kurokawa diseñó el edificio. Hoy en día, algunas de ellas son ocupadas por familias que tratan de vivir en un espacio demasiado reducido. Esto no debería de ser un problema para un edificio diseñado para evolucionar y adaptarse. Sin embargo, nadie tampoco ha reorganizado o conectado varias cápsulas para crear espacios mayores. Por no cambiar, ni tan siquiera se han renovado sus televisores, son los mismos que cuando se inauguró el edificio hace 40 años.

Si se puede considerar así, la única transformación que ha visto el edificio es la de sus pasillos. En los que resulta habitual encontrar pequeños armarios situados en las puertas de las cápsulas o lavadoras y maletas como manera de liberar parte del preciado espacio interior.

Vista isométrica de una cápsula | moreAEdesign


No es de extrañar que los ocupantes de la torre no estén demasiado satisfechos con sus cápsulas y, en 2007, decidieran en votación demoler el edificio y la construcción de uno más moderno. Aunque los vecinos se quejaban del mal estado de conservación, dudaban de su resistencia a los terremotos o del peligro que podían suponer los asbestos empleados durante su construcción, parece que la verdadera razón era el desaprovechamiento del espacio que, en su opinión, suponía la Torre Nakagin, más si cabe en un solar situado junto a uno de los barrios más cotizados de la capital japonesa.

Por eso, no es de extrañar que el contraataque de Kurokava proponiendo la modernización del edificio substituyendo las obsoletas cápsulas por unas modernas, fuera rápidamente descartado. Los vecinos hartos de vivir hacinados, defendían la construcción de un nuevo edificio más espacioso y confortable. De esta manera, la nueva torre proyectada, aunque mantiene prácticamente igual el número de plantas, 14, tendría un 60 % más de superficie construida.

En la actualidad, puerta de uno de los apartamentos | TokyoTimes

La muerte de Kisho Kurokawa el 12 de octubre de 2007, dejó a su obra aún más indefensa y, pese a la oposición del Instituto Japonés de Arquitectos, los planes de demolición continúan y, si la torre aún sigue en pie, es porque debido a la crisis mundial los propietarios aún no han podido encontrar un promotor para la construcción de la nueva Torre Nakagin.

PS: Kisho Kurokawa sería el diseñado del Capsule Inn de Osaka, el primer hotel de cápsulas de Japón, que abriría las puertas de sus cápsulas el 1 de febrero de 1979.

Visto en ArchDaily

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+info:
- Nakagin Capsule Tower in en.wikipedia.org
- Japanese Metabolism in en.wikipedia.org
- Kisho Kurokawa en es.wikipedia.org y en.wikipedia.org
- Kisho Kurokawa: Nakagin Capsule Tower Building in designboom
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