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martes, 11 de mayo de 2010

La fortaleza natural de Monemvasia

En el suroeste de la península del Peloponeso, se encuentra el conocido como Gibraltar griego, Monemvasia. Un imponente peñón de 1.8 kilómetros de longitud que en el siglo IV quedó separado de la costa a causa de un terremoto. Desde el siglo VI, han sido muchos los que han buscado refugio y los que han intentado apoderarse de la roca. Una fortaleza construida por la naturaleza, como decían los venecianos, que se levanta 300 metros sobre el mar, rodeada de pronunciados precipicios que la convertían en inexpugnable.

Grabado veneciano de 1687. La mayoría de las torres son minaretes.

Según cuenta una crónica del siglo VI, fueron los griegos que huían de las invasiones eslavas y ávaras los que encontraron refugio en “un lugar en la costa, poderoso e inaccesible, donde se asentaron con su propio obispo y al que llamaron Monemvasia porque tenía un único acceso”. Estas invasiones marcaron el comienzo de una época convulsa para el dominio bizantino sobre el Peloponeso –en aquel tiempo conocido como Morea– hasta el punto de que algunas crónicasmuy discutidas– han llegado a sugerir que los invasores eslavos llegaron a constituir su propio estado independiente en la mayor parte de la península.

En otras zonas del imperio, la situación también era complicada. Los ataques ya no se limitaban a las zonas fronterizas y ahora alcanzaban el interior, llegando, incluso, a amenazar Constantinopla. Al mismo tiempo, lo que antes eran incursiones puntuales se fueron transformando en asentamientos permanentes que acabaron dando lugar a auténticos estados independientes y hostiles hacia la autoridad de Bizancio dentro de los supuestos límites del imperio.

Afortunadamente para los bizantinos, a partir del siglo VIII, su imperio comenzó a recuperarse del devastador efecto de todas estas invasiones y los invasores eslavos acabaron siendo expulsados o asimilados. Una vez libre, las calamidades no acabarían para el Peloponeso. En el 747, una epidemia golpeó Monemvasia y devastó la costa este del istmo. Muchas zonas quedaron despobladas, aunque la ciudad se recuperó rápidamente, llegando a superar, incluso, su anterior importancia. En los años siguientes, esta creciente prosperidad no pasó inadvertida para los piratas árabes, que la atacaron en varias ocasiones, aunque ninguno de sus ataques consiguió superar las murallas de la ciudad.

Hagia Sophia. Foto de Frank Kathoefer

La distribución de Monemvasia seguía la típica de una ciudad bizantina fortificada, con una ciudadela en su punto más alto y dos líneas de murallas más abajo que dividían la ciudad en dos: la parte alta y la baja. La zona alta de Monemvasia era el centro administrativo y en ella vivía la aristocracia. La parte baja, situada en una pequeña terraza al borde del mar, era la zona comercial y en ella se encontraban los talleres y las casas de los comerciantes y marineros. Los comercios ocupaban la calle central, como siguen haciendo hoy en día. En la parte suroeste de la isla, fuera de las murallas, también existía un pequeño asentamiento.

Durante el siglo IX, las ciudades bizantinas comenzaron a recuperarse gracias a la restauración del poder central. Fue especialmente próspero el siglo XII. De la mano de la familia imperial de los Commeno, la población y la economía del imperio experimentaron un gran crecimiento. Se fundaron nuevas ciudades y muchas de las ya existentes crecieron o se consolidaron. El crecimiento, además, llegó a las zonas rurales, donde al aumentar las tierras dedicadas al cultivo se produjo un incremento de la producción agrícola.

Todo este crecimiento demográfico y económico atrajo el interés comercial veneciano. El aumento del comercio acabaría trayendo más prosperidad al Imperio. Por su parte, Monemvasia, fue atacada por los normandos de Sicilia en 1147. La ciudad, una vez más, resistió. Mientras, comenzaba a hacerse con una importante flota para defenderse.

A comienzos del siglo XIII, la Cuarta Cruzada conquista el Imperio Bizantino y se hace con casi toda Grecia. Los cruzados francos se apoderaron de casi toda Morea. Monemvasia, sin embargo, fue una de las pocas ciudades que permanecieron bajo poder griego. La ciudad rechazó rendirse y resistió durante casi medio siglo más la presión franca, pero en 1249 se vio obligada a capitular. Lo hizo después de un bloqueo de 3 años al que sometieron la ciudad un contingente de venecianos y francos dirigidos por Guillermo de Villehardouin, y, según cuenta la Crónica de Morea, sólo después de que sus habitantes se hubieran comido hasta las ratas y, por supuesto, los gatos de la ciudad.

Puerta de la ciudad baja. Foto de bovolo

Muros de la ciudad baja. Foto de bovolo

Los francos sólo retendrían la ciudad durante 13 años. En 1262 pasó a formar parte del rescate, junto a las ciudades de Mistra y Maina, que Gillermo II Villehardouin tuvo que pagar por su propia liberación al emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo. Una vez recuperada, Monemvasia se convirtió en el punto de desembarco de la tropas imperiales que venían a reforzar el recién creado Despotado de Morea, desde el que partían los ataques bizantinos hacia lo que quedaba del principado franco de Morea . Monemvasia, por su parte, vio como se convertía en una importante base para los piratas dedicados al saqueo de las rutas comerciales venecianas.

En 1293, un año después de que Roger de Lluria atacara la ciudad e incendiara su parte baja, el emperador Andrónico II, emitió una bula por la que el obispado de la ciudad fue elevado al rango de metrópolis, con jurisdicción sobre todo el Peloponeso. También se pusieron en práctica medidas económicas con el objetivo de convertir la ciudad en la capital comercial de la Morea bizantina y, así, competir con las bases comerciales venecianas en Mesenia (en la parte occidental del Peloponeso). Aunque podría ser anterior, se cree que fue durante el reinado de Andrónico II cuando se construyó la iglesia de Hagia Sophia, que es el edificio más importante que se conserva de la parte alta de la ciudad hoy en día.

Andrónico III volvió a ampliar los privilegios concedidos a Monemvasia, eximiendo a sus habitantes de la obligación de pagar impuestos o de realizar trabajos forzados. Además, les concedió el derecho de comerciar libremente con la mayor parte del Imperio. La prosperidad de la ciudad se vio incrementada con el floreciente negocio de la exportación a toda Europa del vino de Malvasia producido en el Peloponeso Oriental y en algunas de las islas Cícladas. Un vino muy apreciado en las cortes europeas de la época.

El principal privilegio que había recibido la ciudad, el poder para elegir sus propios gobernantes, la convirtió en una ciudad casi autónoma respecto a la autoridad centralizada y burocrática de Constantinopla. Sin embargo, esta libertad acabó convirtiéndose en una maldición. Los arcontes de la ciudad fueron unos de los principales culpables del desorden en el que se comenzó a sumir el Despotado de Mistra, precisamente cuando más necesaria era la unidad para luchar contra los turcos.

Pese a todo, en 1442, cuando la conquista otomana parecía, ya, inminente, Teodoro II de Mistra volvió a ratificar los privilegios de la ciudad y renovó el sistema que obligaba a dedicar la herencia de los que murieran sin descendencia a la reparación y refuerzo de las defensas de la ciudad.

Parapeto de la ciudad alta. Foto de bovolo

Después de la caída de Constantinopla en 1453 y la posterior de toda Morea, la única ciudad que quedaba de lo que había sido el todopoderoso Imperio Bizantino era Monemvasia (hasta 1461, a orillas del Mar Negro, sobreviviría el Imperio de Trebisonda, un estado surgido de la descomposición del Imperio Bizantino, justo unas semanas antes de la toma de Constantinopla por la IV Cruzada).

El derrotado Déspota de Morea, Demetrio Paleólogo, se unió al séquito de sultán. Su mujer y su hija, por el contrario, prefirieron buscar refugio en el fortificado peñón. Al poco tiempo, el sultán envió un emir para exigir la sumisión de la ciudad. Las mujeres del traidor le fueron entregadas, pero los habitantes de la ciudad rehusaron rendirse guiados por Manuel Paleólogo, sobrino del déspota y que, tras la traición de este, ocupaba la segunda posición en la línea de sucesión imperial, detrás de su padre Tomás Paleólogo. El emir, por su parte, se retiró sin luchar.

Monemvasia se había quedado sola en su lucha por preservar su independencia frente al enemigo turco. Su primer movimiento fue aceptar como caudillo a un pirata catalán llamado Lupo de Bertagna que, según parece, llevaba unos años por aquellas aguas dedicado a su “oficio”. Fue una mala elección, Bertagna resultó ser un tiránico dictador. Así que tan rápido como lo habían hecho llamar, lo expulsaron. Otra vez sola, en 1460, la ciudad decidió probar la protección del Papado. Sin embargo, la nueva alianza tampoco duraría demasiado. El poder militar y político del Papa resultaba insuficiente frente a la constante presión de los otomanos, por lo que se vio obligado en 1464 a ceder la ciudad a la República de San Marcos, que en aquella época estaba en guerra con los turcos.

Camino de acceso a la ciudad alta. Foto de bovolo

El dominio veneciano trajo consigo un período de paz y prosperidad a Malvasia, como ellos llamaban a la ciudad. Aunque, extrañamente, pocas construcciones se pueden atribuir a este periodo. Bajo su control, el provechoso negocio de la exportación de su vino continuó. Pero en 1540 la Serenissima acabó cediendo la ciudad al Sultán Solimán el Magnífico a cambio de la promesa de un tratado de paz. Fue durante la segunda guerra entre venecianos y turcos, y la pérdida de la ciudad marcó el comienzo del ocaso del imperio veneciano en Levante y el declive de su comercio.

Por su parte, los turcos llevaron a cabo la renovación de las defensas de la ciudad baja. Construyeron la mayor parte de los muros que rodean hoy en día la parte baja de la ciudad. Muy probablemente, después de derribar lo que quedaba de las antiguas murallas bizantinas. También parece que son de esta época la puerta de la parte alta de la ciudad y los parapetos que bordean los precipicios.

En 1554, los nuevos muros resistieron como antes lo habían hecho los antiguos. En este caso, fueron los Caballeros de Malta los que intentaron recuperar la ciudad para la Cristiandad. No lo consiguieron y, aparentemente, la población de la ciudad no mostró demasiado interés por ayudar ni aliarse con sus supuestos libertadores.

Un siglo después, lo intentaron los venecianos. Lo probaron en 1653, 1654 y 1655, sin éxito. Lo volvieron a probar en 1687, durante la Guerra de Morea, cuando ya todo el Peloponeso estaba en sus manos y Monemvasia era la única ciudad que se les resistía, tampoco lo consiguieron y prefirieron continuar con sus conquistas más al norte del istmo.


Muros marítimos. Foto 1 2 de bovolo

En 1689, abandonada su expansión hacia el norte, la República de Venecia volvió a poner sus ojos en aquella molesta mancha en la Morea veneciana que era Monemvasia. Los venecianos decidieron someter a la ciudad a un bloqueo naval y construyeron dos fuertes, uno delante del puente de 23 ojos que unía la ciudad con la costa, y otro, más al sur, desde el que se dominaba la ciudad baja. Desde ambas posiciones los venecianos bombardeaban las posiciones turcas. En varias ocasiones, los venecianos intentaron tomar la ciudad. Una de ellas atacando con brulotes los muros de la ciudad baja. No tuvieron éxito y el capitán veneciano prefirió esperar a que el bloqueo surtiera efecto a continuar arriesgando más vidas.

Con el paso del tiempo y la llegada de más refuerzos, los venecianos volvieron a pasar al ataque. Tomaron posiciones en la isla y lo volvieron a intentar. Pese a los esfuerzos, no consiguieron grandes avances y entre los capitanes venecianos comenzó a cundir la duda de si tenía algún sentido tomar el Borgo (la ciudad baja), pues, aunque este cayera, tomar la fortaleza superior (el Castello) seguiría siendo una misión casi imposible.

La única manera de acceder a la parte alta era siguiendo un escarpado y zigzagueante camino que partía desde el Borgo. En este camino, que era interrumpido por varios muros, no había espacio para situar artillería, cavar trincheras o construir fortificaciones, por lo que los atacantes estaban a merced de las piedras o proyectiles que los defensores les arrojaran desde arriba.

Calle principal del Borgo. Foto original de bovolo

Campanario en el Borgo. Foto de bovolo

Gracias a las paredes naturales que bordeaban el Castello, esta parte de la ciudad no necesitaba unas fortificaciones muy contundentes, le bastaba con unos muros bastante bajos y, en algunos flancos, ni tan siquiera eso. Por su parte, las murallas que protegían el Borgo no llegaban hasta las fortificaciones superiores. Se limitaban a llegar hasta los flancos verticales de la roca. Parecía difícil que alguien pudiera trepar por aquellos muros naturales, ni siquiera lo turcos, que tenían fama de buenos escaladores.

Abandonada la idea de atacar la ciudad baja, los venecianos y sus aliados comenzaron a retirarse a tierra firme a esperar que el hambre debilitara la voluntad de los defensores de la ciudad. Fue entonces cuando un comandante de artillería veneciano aseguró que las piezas de artillería de los turcos eran poco potentes, especialmente ahora que cada vez les quedaba menos pólvora. El comandante propuso construir trincheras a menos de 50 metros de las murallas de la ciudad desde las que bombardearlas en colaboración con la artillería de las galeras.

El plan surtió efecto. Los turcos, para entonces ya muy debilitados por el hambre, se asustaron por el progreso de los movimientos de los venecianos y no demasiado convencidos de la resistencia de sus muros defensivos, que no eran especialmente gruesos, prefirieron negociar y acabaron rindiendo la ciudad el 12 de abril de 1690. 1.200 turcos, 300 de los cuales eran soldados, abandonaron la ciudad y entregaron a los venecianos 78 cañones junto con todos los esclavos y renegados cristianos. Después de 14 meses, Monemvasia era veneciana y la conquista de Morea, completa. En los años posteriores, la República repobló toda la zona con colonos albaneses.

Ruinas del Castello. Foto 1 2 de bovolo

Después del sitio, los venecianos repararon los muros que habían resultado dañados por sus bombardeos, pero parece que no hicieron ninguna otra mejora o ampliación de las defensas de la ciudad. Como solían decir, la naturaleza había construido la fortaleza y poco había que hacer para reforzarla.

Esta vez, sin embargo, el dominio veneciano duraría tan sólo 25 años. Durante el verano del 1715 un ejército turco avanzó hacia la ciudad. Esta vez, para evitar otro sitio, los venecianos prefirieron negociar. Finalmente, a cambio de una importante suma de dinero, entregaron la ciudad.

Durante este nuevo período de dominación turca, la ciudad continuó su particular decadencia. Durante la Guerra Ruso-Turca de 1768-1774, en 1770, la población albanesa y griega se levantó contra los ocupantes turcos, fue la Revuelta Orlov. Sin embargo, los turcos consiguieron aplacarla y la reprimieron con tal dureza y ferocidad que muchos griegos decidieron huir. En 1805, de las 350 casas de Monemvasia, sólo 3 las ocupaban familias griegas.

En 1821, durante la Guerra de Independencia Griega, Monemvasia, la última fortaleza que sus antepasados habían rendido a los turcos, se convirtió en la primera fortificación que los griegos recuperaron. Como siempre, la única forma de que los ocupantes de la roca se rindieran fue esperar a que se les acabara la comida después de un sitio de cuatro meses. De esta manera, el 1 de agosto, Tzannetakis Grigorakis entraba en la ciudad al mando de su propio ejército privado. Tras la toma, algunas de las familias griegas que habían huido en 1770 volvieron a la ciudad, pero, pese a este retorno, la ciudad no recuperó la gloria ni la importancia pasada.

Panorámica de Monemvasia. Foto de bovolo

En 1911, el último habitante abandonó la parte alta de la ciudad, que hoy en día, y a excepción de un par de edificios y de los muros que la rodean, es sólo una gran extensión de ruinas. La parte baja también fue perdiendo habitantes y en 1971 su población llegó a su mínimo, 32 habitantes. La vida y la actividad se fueron trasladando poco a poco al otro lado del puente, donde entorno a un pequeño puerto ha ido surgiendo Gefira. Pese a todo, en los últimos tiempos, y gracias al turismo, la población de la ciudad vieja se ha ido recuperando. Gentes provenientes del resto de Grecia o, incluso, del extranjero han comenzado a reconstruir sus antiguas casas y, en 2001, eran ya 90 los residentes permanentes.

PS: Se dice que en la parte alta de la ciudad había campos de maíz para alimentar hasta a 30 hombres.

Las fotos son del pasado verano, que tuve la suerte de poder visitar Monemvasia. Más fotos en panoramio

Enlace permanente a La fortaleza natural de Monemvasia

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- Los últimos días de Constantinopla
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+info:
- Castles of the Morea by Kevin Andrews, Glenn R. Bugh in google books (pág 196)
- Monemvasia in en.wikipedia.org
- Malvasia in Venetian Fortresses in Greece by Roberto Piperno
- Monemvasia – The Town and its History by Rainer W. Klaus and Ulrich Steinmuller, extracto en monemvasia-online
- A History of the Crusades: The fourteenth and fifteenth centuries by Kennth Meyer, Harry W. Hazard en google books
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miércoles, 18 de febrero de 2009

La casa en las nubes de Thorpeness

Desde lejos la visión de la casa es un tanto desconcertante: un “cottage” que parece flotar por encima de los árboles que lo rodean. Aunque cuando uno se acerca se descubre todo, se descubre que no se trata más que un ingenioso engaño para disfrazar una torre de agua de casita de madera y así no arruinar el paisaje de Thorpeness, un pueblo de vacaciones con un toque de cuento de hadas, en el que la casa no es lo único que no es lo que parece.

La casa desde cerca, foto Ian Davey, más fotos en Suffolk Cam

Thorpeness es un sitio realmente sorprendente, aunque bastante desconocido incluso en Gran Bretaña. Su promotor fue Glencairn Stuart Ogilvie, un abogado y dramaturgo escocés que pertenecía a una familia adinerada. Su padre, Alexander, fue uno de los pioneros del ferrocarril en 1858 y había amasado una buena fortuna gracias a él. A comienzos del siglo XX, Glencairn heredó de su familia la finca de Sizewell junto con lo que era en aquellos tiempos sólo un pueblecito de pescadores, Thorpe. Ogilvie rápidamente escogió el lugar para crear un pueblo de vacaciones para gente de clase alta. Su ambición era crear un lugar divertido, seguro y sano, casi un paraíso inglés, en la costa de Suffolk. Ogilvie era íntimo amigo del escritor J.M. Barrie, creador del personaje Peter Pan, y tomó prestados algunos de los personajes y escenarios de sus libros para crear algunos de los lugares más fantásticos de su pueblo.

Ogilvie quería construir un perfecto pueblo tradicional que sirviera de refugio de los horrores de la vida en las ciudades “modernas” industriales. El pueblo se construyo siguiendo la imagen utópica y bucólica de la Inglaterra pastoril de algún momento de la historia, posterior a la Edad Media y anterior a la Revolución industrial, que tal vez jamás existió. Esa concepción de Inglaterra era conocida como “Merry England”, una mezcla de nostalgia, sentimientos y política. Frederick Forbes-Glennie y William Gilmour Wilson fueron los arquitectos escogidos para construir este paraíso del romanticismo inglés.

La casa desde el “Meare”, foto original de NSC

Una de las mayores extravagancias que Ogilvie ideó para Thorpeness es el “Meare”, un lago artificial de 260.000 metros cuadrados que fue creado mediante la anegación de campos abiertos en 1910. En este lago se pueden encontrar, entre otros, la casa de Wendy o la guarida del Dragón, o una cueva de contrabandistas que recuerda la morada de Titania en el “El sueño de una noche de verano” de Shakespeare. En torno al “Meare” se construyeron casas, la mayoría de las cuales siguiendo el estilo “Tudor revival”, que les da una apariencia campestre y muy típicamente inglesa. También se construyeron un club de campo de estilo colonial y un campo de golf.

El pueblo fue diseñado para ser gestionado como un negocio. Cuando se abrió al público, en la década de 1930, los anuncios destacaban que el “resort” estaba pensado para satisfacer todas las necesidades del visitante. Los alojamientos iban desde pequeñas cabañas “para luna de miel” a grandes casas con hasta 8 y 9 dormitorios. Era un pueblo pensando para toda la familia, por un lado, era un capricho fantástico para niños, a los que ofrecía la posibilidad de revivir las aventuras de sus libros favoritos, y por otro, un idílico lugar de recreo junto al mar para los padres sin las masificaciones de otros lugares similares. El club de campo se esforzaba en mantener a los niños entretenidos y a los padres tranquilos, organizando búsquedas de tesoros, mini-regatas y otros deportes al aire libre para los más jóvenes.

En 1923 se pondría la primera piedra de la segunda excentricidad de Thorpeness, la “Casa de las Nubes”. El pueblo necesitaba un depósito elevado para el suministro de agua. Un edificio de este tipo, una torre de agua, suele ser una estructura difícil de ocultar y visible en kilómetros a la redonda, sin embargo, lo que podía haber arruinado la cuidada estética de este pueblo de cuento de hadas, se convirtió en un atractivo más. Glencairne, con la colaboración del arquitecto Forbes Glennie y del jefe de la obra, H.G. Keep, tuvieron la brillante idea de “disfrazar” el depósito de casa, una casa que se asoma por encima de los árboles que la rodean a unos 12 metros sobre el suelo, y que hace en total 21 metros de altura.

El depósito tenía una capacidad de unos 1900 hectolitros y era capaz de bombear unos 68 Hl a la hora desde un pozo cercano, gracias a un pintoresco molino de viento del siglo XIX, que se hizo traer de la vecina Aldringham. Lo que desde lejos parecía una casita era de hecho sólo la cuba de la torre de agua, la verdadera parte habitable del edificio se encontraba debajo de ella. Esta parte, compuesta por cinco plantas, se consiguió al cerrar con paneles de madera la estructura metálica que soportaba la casa. Sus muchas ventanitas permitían la entrada de la luz, ventilación y ofrecían bonitas vistas sobre la región, en el momento de su construcción esta parte de la casa contaba con 7 dormitorios y 2 salones.

El molino de Aldringham, foto de Ian Davey, más fotos en Suffolk Cam

Durante la Segunda Guerra Mundial el depósito sufrió daños importantes. Una batería anti-aérea Bofors alcanzó de manera accidental a la casa, cuando disparaba a una bomba V1 alemana que pasaba a baja altura. Las posteriores obras de reparación redujeron la capacidad del depósito a 1135 hectolitros.

En 1963 empezó el fin de la casa como depósito. El pueblo se conectó a la red general de suministro de agua y se dejó de bombear agua desde el molino. Aunque la cuba se seguía utilizando para almacenar agua.

En 1972, tras la muerte de Alexander Stuart Ogilvie, nieto del creador del pueblo, muchas de las casas, así como el club de campo y de golf tuvieron que ser vendidos para pagar el impuesto de transmisiones. Hasta entonces, la mayoría de las casas que se habían vendido, había sido a amigos de la familia como casas de veraneo. El pueblo dejaba de ser así un pueblo privado y dejaba de estar controlado por la familia Ogilvie. La casa de las nubes permanecería en manos de la familia hasta 1977, cuando la empresa de la familia Ogilvie, Thorpeness Estates, fue liquidada definitivamente y el depósito pasó manos privadas.

Las casas de estilo Tudor, foto Ian Davey, más fotos en Suffolk Cam

Dos años después, en el 1979, se quitó el tanque de agua de la parte superior y su espacio fue ocupado por una esplendida “habitación” con vistas. En 1987 la casa que hasta entonces se conocía como Gazebo, empezó a ser conocida con el nombre actual de “House in the Clouds”. La autora de ese nombre fue Malcolm Mason, otra escritora de libros infantiles y amiga intima de la familia Ogilvie que fue su primera ocupante.

En la actualidad, la casa sólo conserva 5 dormitorios de los 7 que tenía originariamente, tiene 3 baños, y la habitación con vistas a la que se accede tras subir 68 escalones. La casa se puede alquilar una semana por un precio que oscila entre los 2000 euros de la temporada baja y los 3000 de la alta.

Interior de la casa, foto original the House in the Clouds

Por lo que respecta al pueblo, sigue siendo un pueblo de veraneo con una población de unas 400 personas en invierno que llega a 1600 en los meses de verano. En los últimos años una nueva compañía se ha hecho cargo del club de campo, el pub, la tienda y el club de golf. Con todas las atracciones del pueblo controladas por el Thorpeness Hotel, Golf & Country Club, se está llevando a cabo un renovación de las instalaciones con la intención de recuperar parte del glamur perdido.

La familia Ogilvie sigue teniendo una fuerte presencia en el pueblo y muchas de las familias que acuden a pasar sus vacaciones, lo llevan haciendo desde hace varias generaciones. Muchas de las familias de los trabajadores que ayudaron a construirlo también siguen en él. La exhibición de fuegos artificiales y la regata en el Meare a finales de Agosto sigue siendo un día señalado que atrae gran número de visitantes.




Thorpeness Mere Suffolk and Horsey Mill Norfolk, ver vídeo en youtube.com

PS: Pese a las preocupaciones de Ogilvie por las cuestiones paisajísticas, en la actualidad se encuentran a menos de dos millas de su pueblo de cuento dos reactores nucleares, los de Sizewell, uno de ellos construido en los 60 y en fase de desmantelamiento, y el otro, el más reciente de los que funcionan hasta la fecha en el Reino Unido, en los 90. Por si fuera poco, se está estudiando la construcción de un tercero. La presencia de este complejo sin duda no ha ayudado a popularizar Thorpeness como destino de vacaciones.

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+info:
- Thorpeness: Five go mad in Neverland in The Independent
- House in the Clouds official home page
- The History of Our Village, Thorpeness in The Dolphin Inn home page
- Thorpeness in en.wikipedia.org
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miércoles, 21 de enero de 2009

Las grúas gigantes de Belfast

Samson y Goliath, con sus 106 y 96 metros de altura respectivamente, siguen dominando el “skyline” de Belfast. Su poderío es sólo un reflejo de otros tiempos, en los que el astillero Harland & Wolff, famoso por haber construido el Titanic, llegó a dar trabajo a más de 35.000 personas y las dos grúas, capaces de cargar hasta 840 toneladas, les ayudaban a construir grandes barcos.

La construcción comercial de barcos ha formado parte de la actividad económica de Belfast desde la llegada a la ciudad del escocés William Ritchie en 1791 que trajo consigo su negocio desde Ayrshire. En aquel entonces el puerto de la ciudad era poco adecuado para la construcción de grandes barcos debido a la peligrosidad de sus canales de escasa profundidad. Sería la llegada de otro forastero, en este caso el inglés Edward Harland el que contribuiría de manera decidida a la superación de todas estas limitaciones.

Harland había empezado su carrera como ingeniero aprendiz trabajando en una fábrica en Newcastle. Fue allí donde conocería, gracias a tu tío Thomas Harland, a Gustav Schwabe, un financiero de Hamburgo. Thomas animó a su sobrino a mudarse a Belfast para trabajar en el astillero de Robert Hickson. A su llegada en 1854 con sólo 23 años de edad fue nombrado jefe del astillero situado en la isla de Queen. Preocupado por la calidad y la disciplina lo primero que hizo fue mejorar la destreza de sus trabajadores, recortar su sueldo y prohibir fumar durante las horas trabajo. Como es de suponer, los trabajadores no recibieron con excesivo entusiasmo estas medidas lo que provocó alguna huelga. En esa época era habitual verle con una tiza y una regla marcando defectos en los barcos.

Aunque contento con su puesto, el joven y ambicioso Harland estaba impaciente por abrir su propio astillero. Consciente de ello y debido a su mala situación económica, su jefe, Robert Hickson, le vendió el suyo por 5,000 libras. Nació así la Edward James Harland and Co el 1 de Noviembre de 1858, que en 1861 se convertiría en Harland and Wolff (H&W), al pasar a formar parte del proyecto Gustav Wilhelm Wolff, sobrino del financiero Gustav Schwabe, que había trabajado de secretario personal para el anterior propietario. La vocación comercial de Wolff encajaba perfectamente con el talento técnico de Harland.

Wolff había nacido en Hamburgo pero había vivido desde los 14 años en el Reino Unido. Su tío Gustav había invertido en la naviera Bibby Line, y los tres primeros barcos del recién constituido astillero fueron para esta compañía. A parte de los contactos que ambos socios contaban, las innovaciones tecnológicas que Harland incorporaba en los barcos fueron el secreto del éxito de la compañía. Como muestra de su prestigio, los barcos construidos por el astillero eran los que conseguían los mejores precios en el mercado de segunda mano, o incluso cuando eran vendidos como chatarra debido a la robustez y calidad de sus materiales.

A principios del 1900 H&W daba trabajo a miles de hombres, uno de cada diez trabajadores de Belfast lo hacía en los astilleros , y muchos más lo hacían en las industrias auxiliares que habían surgido en torno a él. Belfast se encontraba inmersa en un boom económico y podía presumir de contar no sólo con el mayor astillero del mundo, el H&W ocupaba más de un kilómetro cuadrado, sino también de las mayores fábricas de hilado, fabricación de cuerdas o tabaco.

Durante los días de trabajo el astillero era un inmenso hervidero de operarios, había soldadores, chapistas, instaladores, fontaneros, pintores, carpinteros,… Lamentablemente era una época en la que seguridad en el trabajo no era una de las máximas prioridades y los accidentes eran frecuentes, ya fueran caídas, electrocuciones, quemaduras, intoxicación por amianto. Eran especialmente habituales las irritaciones oculares por haber pasado demasiado tiempo soldando.

En la década del 1910 fue cuando el astillero construyó el más famoso de sus barcos, el Titanic, y sus hermanos RMS Olympic y HMHS Britannic. Para la construcción de estos gigantes fue necesaria la construcción dos grúas gemelas inmensas y un “slipway” especial.

Las dos guerras mundiales coincidieron con periodos de mucha actividad en el astillero. En 1936 la compañía creó una subsidiaria dedicada a la fabricación de aviones. Durante la Segunda Guerra Mundial construyó 6 portaviones, 6 cruceros y otros 131 barcos, además de reparar muchos otros. También se dedicó a fabricar depósitos de combustible y componentes de artillería. Fue en este período cuando el número de personas que empleaba el astillero llegó a su pico, 35.000 personas. La guerra también golpeó de cerca astillero, un bombardeo en mayo de 1941 por la Luftwaffe destruyó la fábrica de aviones y causó importantes daños en el astillero.

A finales de los 50 el tráfico aéreo de personas empezó a eclipsar el marítimo, los aviones hicieron que la demanda de transatlánticos empezara a decaer, el último que construyó H&W fue el Camberra en 1960. Este cambio de tendencia unido a la competencia de los astilleros de Japón empezó a causar problemas a la industria naval británica y marcó el declive definitivo del gigante de Belfast. En 1893 los británicos habían llegado a copar el 81.7% del mercado de barcos mundial, en 1950 su cuota había bajado, pero aún era de un más que considerable 40%, en el futuro aún tendría que bajar más, hasta el 6% en los 70.

A mediados de los 60 el gobierno del Reino Unido, consciente de la situación, empezó a avanzar créditos y subsidios a los astilleros británicos para intentar mantener los puestos de trabajo. H&W utilizó parte de ese dinero para modernizar sus instalaciones y adaptarse a la construcción de barcos de mercancías mayores. Fue en esta época cuando se construyeron las dos grúas gigantes. La empresa de ingeniera alemana Krupp fue la encargada de su construcción. Las dos grúas recibieron el nombre de dos personajes bíblicos acordes a su potencia, Goliath y Samson.

La primera, Goliath fue acabada en 1969 y Samson en 1974. La construcción de las grúas proporcionó un respiro a la región que estaba pasando un mal momento no sólo por las dificultades económicas del sector, sino también por el conflicto entre unionistas y republicanos, The Troubles, que estaba en uno de sus puntos álgidos.

El conflicto no hacía más que hacer aún más necesarias las ayudas para el astillero, pues el gobierno pretendía evitar que una multitud de parados vagara por las calles en medio de una situación política y social tan tensa. La mayoría de los trabajadores de la compañía eran protestantes, el astillero está situado en una zona protestante de Belfast. Algunos creyeron ver en este hecho una prueba más del dominio unionista sobre el Ulster.

Las grúas resultan impresionantes no sólo por sus dimensiones, cada una de las grúas tiene una envergadura de 140 metros, sino por sus prestaciones, cada grúa es capaz de levantar cargas de hasta 840 toneladas a una altura de 70 metros. Si se combinan ambas pueden levantar hasta 1.600 toneladas, una de las mayores capacidades del mundo. Antes de ser entregadas se probaron con cargas de hasta 1.000 toneladas, lo cual dobló el caballete hacía abajo unos 30 centímetros. El dique seco a los pies de las grúas, anterior a ellas, también es uno de los más grandes del mundo, mide 556m x 93m.

Ni la construcción de las grúas ni los esfuerzos del gobierno británico a través de subsidios y préstamos salvarían la situación. Finalmente no quedó otra solución que nacionalizar la compañía que pasó a formar parte de los astilleros públicos británicos en 1977. En 1989 volvió a manos privadas de la mano del magnate noruego Fred Olsen y decidió dar un giro a su actividad dedicándose a la construcción de grandes petroleros y cargueros, y construcción de las plataformas petrolíferas. Durante esta época la compañía pujó por la construcción del Queen Mary 2, la no consecución de ese contrato supuso el último mazazo a la compañía y su plantilla, de entonces ya sólo 3.000 trabajadores, que lo consideraba como la última salvación posible.

Finalmente ante la presión de la competencia la dirección decidió definitivamente dejar de estar centrada en la construcción de barcos y dedicarse más al diseño e ingeniería de estructuras, la reparación y renovación de barcos y construcciones mar adentro relacionadas con el transporte y extracción de gas y petróleo. La empresa también participó en la construcción de varios puentes metálicos en Irlanda. Su último barco construido, hasta la fecha, fue el Anvil Point, un ferry Ro-Ro para el ministerio de defensa británico que se botó en 2003. Aunque a corto plazo no se prevé ningún otro proyecto de construcción de barcos, la compañía no da por cerrada del todo dicha posibilidad.

En la actualidad la empresa continúa con su esfuerzo de diversificación y ha hecho su entrada en el sector de las energías renovables relacionadas con el mar, participando en la fabricación de aerogeneradores mar adentro o la generación de energía aprovechando la fuerza de las mareas. Goliath volvió a ponerse en funcionamiento en el 2007, tras un período de más de 4 años en los que no se había necesitado su capacidad de carga. Y junto a su hermano gemelo Samson siguen dominado el “skyline” de Belfast, ambas grúas fueron declaradas Monumento Histórico de Irlanda del Norte en 2003.

Por lo que respecta a la zona, existe un proyecto urbanístico para reconvertir una gran parte del área que ocupaba el astillero en un parque tecnológico y de industrias ligeras, el Titanic Quarter. Este nuevo distrito también contará con un parque temático sobre el Titanic, que se espera que atraiga a 400.000 turistas al año. Por su parte Harland & Wolff ha incrementado su plantilla en los últimos años hasta unos 500 trabajadores, cifra que aún queda muy lejos de aquellos 35.000 de los años 50.

PS: Si os ha interesado el artículo, os recomiendo que veáis el espectacular vídeo de la BBC sobre las dos grúas, en el que se pueden ver funcionando mientras ensamblan un aerogenerador.

*foto 1: Una de las grúas,
foto original Donna Marijne
*foto 2: Trabajadores de H&W saliendo del trabajo, al fondo puede verse el Titanic,
foto original in Titanic Times
*foto 3: Cabina de control,
foto original Donna Marijne
*foto 4: Construcción del Anval Point el barco 1742 del astillero y de momento el último, foto original Paul Fryer, en el Nomadic Preservation Society Forum
*foto 5: Transportando las palas de una aerogenerador, foto original Donna Marijne
*foto 6: Desguazando un barco,
foto original y unas cuantas más de The Guardian


posts relacionados:
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- Crespi d’Adda, la joya del paternalismo industrial

+info:
- The Yard in Legacies BBC
- Sambon and Goliath (cranes) in en.wikipedia.org
- Harland and Wolff in en.wikipedia.org
- Belfast´s Titanic Heritage (PDF) produced by Tourism of Belfast
- Shipbuilding in Belfast in Belfast-Titanic.com
- harland and wolff Official Homepage
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martes, 23 de diciembre de 2008

Pozzo di San Patrizio, cuando el ingenio provee de agua

En la pequeña localidad italiana de Orvieto, se encuentra una obra maestra y singular de la ingeniería del siglo XVI. Al principio cuesta entender su función y el porqué de su extraño diseño, pero al poco el viajero queda rápidamente fascinado por sus dos escaleras helicoidales que se adentran casi 60 metros en las profundidades de la tierra en busca del líquido elemento.

Vista del Pozzo, Foto de Nam Dae Hyun, foto original

Mientras Carlos V saqueaba Roma en 1527, el Papa Clemente VII aprovechó la obscuridad de la noche para escapar disfrazado de vendedor de fruta. En su huida Clemente se refugió en Orvieto, pero no estaba tranquilo, pues estaba convencido que Carlos V acudiría tras él, por lo que decidió reforzar las defensas de la ciudad.

La ciudad de Orvieto era un emplazamiento fácil de defender, una especie de fortaleza natural situada sobre una roca de toba volcánica que se levanta unos 50 metros sobre el terreno circundante. Aunque esta fortaleza tenía un punto débil: la falta de agua. Clemente encargó a Antonio da Sangallo el Joven la construcción de un nuevo pozo con el que asegurar el suministro de agua en caso que el Papa se viera otra vez bajo asedio.

Orvieto

Sangallo decidió cavar en la posición más baja de la ciudad, próximo al borde del precipicio que rodea la ciudad y cerca de las ruinas de una antigua acrópolis etrusca. El objetivo era llegar al manantial de San Zeno situado a unos 55 metros debajo de la roca. La obra no era una empresa fácil, por un lado estaba la profundidad que se tendría que excavar, pero luego habría resolver el problema de cómo subir el agua a la superficie. La ingeniosa solución propuesta por Sangallo a este último problema es lo que haría especial este pozo.

La obra, de unos 13 metros de diámetro, constaría de dos escaleras helicoidales que descenderían hasta el nivel en que se encontraba el agua. Estas dos escaleras que jamás se encontrarían, estarían iluminadas y ventiladas por ventanas. Al tratarse de dos escaleras independientes, y no sólo una, permitirían a los animales de carga bajar a buscar agua a través de una de las rampas y volver por la otra sin cruzarse con los que bajaran ni hacer ningún giro brusco, haciendo así todo el proceso más rápido y fácil.

Entrada del pozo

Este modelo de circulación dentro del pozo hace que si dos personas se ven cara a cara a través de las ventanas al mismo nivel, aunque parezca que se encuentran muy cerca en el mismo plano, se encuentran muy lejos, teniendo que bajar hasta el fondo del pozo o subir hasta la superficie para encontrarse. Sin embargo, para llegar a aquel que se ve en una ventana más abajo o más arriba, basta con caminar sólo unos pasos. La dos escaleras permiten otros recorridos que dan lugar a situaciones curiosas, por ejemplo si dos deciden ascender desde el fondo del pozo cada uno por una escalera, se verán cara a cara a través de cada ventana pero saldrán dándose la espalda el uno al otro, uno por el norte y otro por el sur.

La construcción del pozo comenzó en 1527 de la mano de Antonio da Sangallo y, aunque 3 años más tarde Carlos V y Clemente VII se habían reconciliado, la excavación del pozo continuó hasta que, casi 10 años después de su comienzo, se llegó al agua, para entonces Clemente ya había muerto, Pablo III ocupaba su lugar y el motivo por el que se construyó el pozo resultaba bastante lejano.

Vista desde el fondo

El resultado final fue un edificio sin habitaciones, en él que el espacio sólo sirve para ser recorrido. Este edificio enterrado está formado por dos cilindros. La sencillez del cilindro interior, que es hueco y continuo, contrasta con la complejidad del exterior, que contiene las dos escaleras superpuestas. La profundidad final del pozo fue de casi 60 metros, lo que hizo necesario que cada una de las dos escaleras tuviera 248 escalones y construir 72 ventanas para su ventilación e iluminación. Un puente de madera sobre la cisterna situada en el fondo del pozo permitía que una vez acabada la operación de carga de agua, los animales pudieran tomar la escalera opuesta y emprender el ascenso de vuelta.

A primera vista es fácil suponer que la construcción del pozo fue un proceso uniforme, sin embargo, no fue así. Al principio las tareas de construcción consistían sólo en excavar y la misma roca excavada servía de pared para el pozo, pero a media profundidad, la dura capa de toba dio paso a arcillas y limos, lo que hizo necesario construir un muro alrededor del pozo para contener el terreno


“Il pozo di San Patrizio” de www.luoghimisteriosi.it en youtube.com

La autoría arquitectónica del pozo se le atribuye a da Sangallo, aunque más tarde se hizo cargo de la dirección de la obra Giovanni Battista da Cortona y sería el escultor y arquitecto florentino, Simone Mosca, el encargado de acabar la parte superior del pozo, es decir, la parte que está por encima del nivel del suelo, donde están las puertas de entrada y salida y donde se colocó una inscripción latina que recuerda: “quod natura munimento inviderat industria adiecit” (lo que la naturaleza privó, lo provea la diligencia).

El nombre por el que es conocido en la actualidad, Pozzo di San Patrizio, le llegaría siglos más tarde, cuando alguien, tal vez impresionado por su profundidad, dijo que le recordaba el abismo al que el santo irlandés, San Patricio, acostumbraba a retirarse para rezar en Lough Derg y desde el cual, según la leyenda medieval, podía contemplarse el mismísimo purgatorio, hecho que aprovechó para realizar numerosas conversiones.

PS: ¡Feliz Navidad!

bonus track:
- Chand Baori: El templo de los mil escalones en meridianos , otro pozo diferente, este parece dibujado por Escher

+info:
- Orvieto Attractions in nytimes.com
- Saint Patrick’s Well in OrvietoTurismo.it
- Handbook for Travellers in Central Italy (pág 159) by John Murray in googlebooks
- Seven partly underground rooms and buildings for water, ice, and midgets (pág 20) by Mary-Ann Ray in googlebooks
- Pequeños placeres de Orvieto en El Viajero de El País
- Orvieto, cerca de las nubes en elconfidencial.com
- vista aérea y fotos en panoramio
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miércoles, 12 de noviembre de 2008

El Templo de Walhalla, el Partenón germánico

A primera vista parece un monumento irreal y fuera de lugar. Sorprende encontrar una réplica del Partenón de Atenas a orillas del Danubio, un entorno tan diferente del original, especialmente en los días de invierno en los que puede verse nevado. Para entender su historia nos tenemos que remontar al 1807, cuando el príncipe Luis de Baviera tuvo la idea de crear un salón de la fama de los pueblos germánicos.

En 1807 el que se convertiría en Luis I de Baviera era sólo un príncipe de 20 años de edad. Ese mismo año Prusia había sido derrotada y todos los estados alemanes se encontraban bajo el control de Napoleón. Ante esta situación de fragmentación política, los alemanes empezaron a buscar su identidad nacional en el pasado. Como afirma el historiador del arte Jorg Traegger: “En el siglo XIX la nación era una creencia. El arte expresaba esa creencia”.

El príncipe Luis, un admirador de la arquitectura clásica, tenía muy presente su visita el año anterior a Paris y su Panteón, cuando concibió la idea de una colección de esculturas de mármol de los cincuenta alemanesmás gloriosamente excelentes”. Su intención era llamar a la colección Pantheon, pero el historiador Johannes von Muller sugirió “Walhalla”. Un término tomado prestado de la antigua mitología nórdica, el hogar para aquellos guerreros que habían muerto en el campo de batalla. Sin embargo, el valhala ideado por Luis estaría dedicado a los héroes culturales y políticos pan-germánicos, así como a los grandes acontecimientos de la historia alemana.

Luis I convocó el primer concurso público de ideas para su construcción en 1814, que finalmente ganó el arquitecto Leo von Klenze. Pese a la referencia nórdica del nombre, Luis decidió que se usaran formas griegas. Argumentando que el Partenón ateniense era no sólo un modelo de perfección, sino que además su construcción había estado estrechamente ligada con la victoria griega sobre los persas, la cual impulsaría la posterior unidad griega. Desde Prusia, con la que Baviera competía por ser el embrión de la futura Alemania unificada, llegaron otras propuestas de estilo neo-gótico, que abrieron un debate sobre cuál era el estilo más apropiado para expresar la “germanidad, debate que continuaría después de la unificación.

Los intelectuales de Prusia defendían que la arquitectura gótica había sido el resultado del esfuerzo y talento de toda una civilización, y que podía llegar a competir en perfección con la arquitectura clásica. Sin embargo en Baviera se veían las cosas de un modo muy diferente y el reino se encontraba a punto de iniciar un auténtico “revival griego” que comenzaría con la construcción de la Gliptoteca de Múnich. Leo von Klenze , autor también de la Gliptoteca, era uno de los promotores de este revival y sostenía que sólo existía, ha existido y existirá una arquitectura perfecta, que era la que “descubrieron” los antiguos griegos, el hecho que fueran los griegos sus “descubridores” era considerado una mera casualidad. Por eso, esa arquitectura pertenecía tanto a los alemanes como a los griegos.

Los primeros diseños del Walhalla fueron realizados en 1809-1810. Pero la construcción tendría que esperar hasta liberación definitiva de Alemania. El príncipe Luis que inicialmente se había situado al lado de Napoleón cambiaría de bando en 1813. A partir de ese momento se opondría a las políticas pro-francesas de su padre y pasaría a considerar a Napoleón como el archi-enemigo de la nación alemana por haber abolido el Sacro Imperio Romano Germánico.

Cuando Luis I fue coronado en 1825, ya se habían completado 60 bustos para el nuevo salón de la fama. Pero sus obras no comenzarían hasta el 1830. Cuando se inauguró el templo, el 18 de Octubre del 1842 ya contaba con 96 bustos además de 64 placas para personas o eventos de los que no se disponía de ningún retrato para realizar una escultura.

El templo resultante era de estilo dórico y tenía un aspecto majestuoso, cubierto por un tejado soportado por una estructura de 8 por 17 columnas. A parte de estas columnas, en su exterior recubierto de mármol destacaba el friso, el que da al norte contenía personificaciones de los estados alemanes y el del sur, escenas de una batalla. Su interior era colorido gracias al uso de mármol de diferentes tonos.

El templo está situado cerca de la ciudad de Regensburg en una colina sobre el Danubio rodeado de bosques. Dispone de un amarradero en la orilla del rio desde el que se puede acceder al templo subiendo 358 escalones. Desde allí se pueden contemplar unas vistas preciosas del rio y del entorno.

Puesto que ser de lengua alemana era la única restricción a la hora de seleccionar personalidades. Entre las 160 personas iniciales se encontraban personajes de territorios que hoy son Suecia, Austria, República Checa, Polonia, Reino Unido, Holanda, Rusia, Suiza y las repúblicas bálticas. Décadas antes de la fundación del Imperio Alemán en 1871, “alemán” era entendido como “germánico”, e incluía godos, lombardos, anglosajones, holandeses, y alemanes de Suiza.

Posteriormente se fueron añadiendo nuevos bustos y placas. En la actualidad el gobierno de Baviera, como sucesor del rey, es quien decide sobre las nuevas incorporaciones. Cualquiera puede realizar una propuesta, pero sólo las personas que lleven fallecidas un mínimo 20 años son elegibles. Sólo 31 bustos han sido añadidos desde su inauguración, a intervalos irregulares, con una separación mínima de 2 años, aunque en las últimas admisiones esta última norma se ha relajado.

En la actualidad el salón contiene 191 bustos, 12 de ellos de mujeres. Entre las incorporaciones más recientes destacan las de: Albert Einstein (1990), el político Konrad Adenauer (1999), la resistente anti-nazi Sophie Coll (2003) y el matemático Friedrich Gauss (2007). Entre los que habían sido admitidos con anterioridad se encuentran: Erasmo de Rotterdam, Johannes Kepler, Martin Lutero, Richard Strauss, Goethe, Mozart o Ludwig van Beethoven.

PS(i): En Nashville (Tennessee) existe otra réplica del Partenón a escala real, esta se construyó con motivo de la Exposición del Centenario de Tennessee
PS(ii): las celebraciones que se llevaron a cabo con motivo de la boda de Luis I de Baviera en 1810 son consideradas el origen de la Oktoberfest de Múnich

*foto 1: Vista exterior del Templo de Walhalla
*foto 2: Interior del templo
*foto 3: Litografía del 1890

*foto 4: Las columnas del Walhalla


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+info:
- Walhalla Temple in en.wikipedia.org
- Architecture of the 19th century and the Turn of the century by Ágnes Gyetvai-Balogh PhD
- European Architecture 1750-1890, pag 150 by Barry Bergdoll en google books
- Walhalla home page Leer más »